Conquistando la cima por Zulay Castillo

Los deseos de conocer la grandeza de las alturas y explorar nuevas rutas, dan lugar a esta gran aventura que se inició en Julio 2019, el ascenso a Cerro Provincia, Santiago de Chile.

Era temporada de invierno, cuando Joaquín, un chico montañista, me envió la invitación para subir con su grupo de montañismo a la cima. Recuerdo sus palabras: Zula, he visto que igual que a mí te gustan los paseos de montaña y me gustaría que compartieras con nosotros esta gran experiencia. Sin pensarlo dos veces acepté con mucha alegría, recuerdo que en ese momento despertó en mí todo ese ímpetu que me describe, esas ganas de comerme al mundo, de conocer y hacer nuevos amigos, de aceptar retos difíciles y superarlos.

De cómo llegaría hasta Santiago, para encontrarnos en una estación del metro a primera hora de la mañana, como era la logística, no tenía idea. Comencé a planear mi viaje, vencer obstáculos, miedos, tiempos y me preparé mentalmente para lograr mi meta. Era sábado, cuando emprendí mi viaje para encontrarnos el día siguiente, coordiné un lugar donde quedarme, no conocía Santiago, pero eso no me detuvo. Preguntando cómo llegar logré vencer el primer obstáculo de mi travesía.

El domingo, día del paseo, me levanté muy temprano. Por un momento tuve temor, iba a un lugar desconocido, con gente desconocida a explorar algo desconocido. Aún más cuando llegué y noté que todos eran muy jóvenes. Por un momento pensé: ¡Zula tu si eres inventora! Deberías más bien estar tejiendo escarpines para tu nieta, en lugar de estar inventando tanto.  Me dije: ¡No señor! Yo no estoy para tejer escarpines, además ya María Isabella tiene 9 años, no los necesita. Soy mujer de retos y estoy haciendo lo que amo. ¡Anímate! Llena de curiosidad emprendí mi paseo, así que llegué puntual al encuentro.

Mi primera anécdota del viaje, recuerdo, fue por no saber esperar el tiempo perfecto, adelanté camino con dos amigos más, preferimos ir avanzando. ¡Fue de espanto y brinco! Nos perdimos en la primera fase del tramo. La ruta no era nada fácil, caminos empinados, la nieve fría hacía que mis pies deslizaran y sentí miedo muchas veces, quería avanzar y me resbalaba. ¡Dios! Me voy a regresar, pensé en varias ocasiones.  Cuando escuchaba a mis compañeros decir, estamos perdidos, el otro grupo subió por otro lado. Me decía a mí misma: ¿Zula cuando vas a aprender? Entre risas y sustos, seguí mi ruta.

Por fin, ya a medio camino logramos reunirnos todos en un lugar de encuentro que para mí fue fantástico. Una vista hermosa, rodeados de densa nieve y un frio a menos 2 grados, compartir todos el agua, té caliente, comida y contar con risas que estuvimos a punto de regresarnos, todo eso me hizo sentir más segura de continuar. Recuerdo que fue ahí, donde conocí a Milton, un hombre más o menos de mi edad, al igual que yo, exploraba por primera vez ese trayecto. Su acompañamiento desde ahí, fue muy importante, estaba muy pendiente de que no me quedara atrás. La ruta cada vez más tensa, grandes alturas, caminos muy estrechos, mucha nieve, ya llevábamos 6 horas subiendo. Éramos 20 personas y poco a poco se fueron quedando atrás algunos y otros se regresaban. Descubrir que yo era la mayor de todo el grupo y sentía tanta energía para seguir, al contrario de compañeros que ya no podían más, aumentaba mis fuerzas.

El cielo estaba tan hermoso, parecía un mar en suave calma, la brisa acariciaba mi cara. ¡La nieve parecía motas de algodón! Era espectacular, valía la pena el esfuerzo. Milton me daba mucho valor a seguir, me animaba, Joaquín solo caminaba al frente, por un momento pensé que se olvidaba del grupo. Tal vez estaba ensimismado en su trayecto, como a veces nos ocurre a todos.

Cuando ya teníamos 8 horas subiendo, visualizo a mi alrededor, noté que solo quedábamos siete personas, de las veinte que iniciamos. Cuando miro justo frente a mí, como a 200 metros: ¡La majestuosa y anhelada cima! Sentí algo tan maravilloso, el cielo se unía con la nieve en esa grandiosa cúspide. Un silencio sagrado, una paz indescriptible, había llegado a la cumbre, después de disfrutar todo el recorrido con sus altas y bajas.

Solo pudimos estar ahí 30 minutos, en silencio mirando y disfrutando tan maravilloso paisaje, repentinamente una visita sagrada de la naturaleza nos sorprendió a los siete que logramos la victoria: era un hermoso Cóndor que volaba muy cerca y nos rodeaba,  como envolviéndonos con su revoloteo, dando mensaje de saludo y respeto hacia nosotros por haber logrado tal hazaña. Por lo menos así lo interpreté yo.

No quería  más, sino darle gracias a Dios por tan maravillosa experiencia, vencí el miedo, logré la meta, conquisté la cima, hice grandes amigos y me conecté con el Creador de todas las cosas, a través de tan mágico lugar y el saludo sagrado de este hermoso Cóndor.

No me quedan dudas, todo lo que te propongas lo puedes lograr, cosas hermosas y maravillosas puedes descubrir cuando te atreves a ir siempre un poco más allá. Zula.

10 comentarios en “Conquistando la cima por Zulay Castillo”

  1. Esa es mi hermana Zulay luchadora y siempre en el frente de batalla gracias por compartir tu experiencia con nosotros

  2. Zula, que linda experiencia y que bien lograda está el escrito
    Te felicito por ese ímpetu guerrero con el cual te enfrentas a toda cúspide frente a ti y por alcanzar¡¡¡

    Eso es algo que siempre he admirado de ti. Dios te guarde y te siga Bendiciendo ZulaLinda¡¡¡

  3. Wow.. Se ve espectacular. Definitivamente habrá valido el esfuerzo; como muchas veces en la vida, vale la pena seguir adelante. La conquista es el resultado de la constancia.

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