Felicidad con F de Familia por Bladimiro Virla

          Hay muchas definiciones sobre esta palabra, lo cierto es que cada quien tienes su forma de vivir la felicidad o sentirla.

        He aquí, una historia llena de amor y alegría. Comienza con el matrimonio, luego de un noviazgo de cinco años decidimos unir nuestros destinos. Llenos de ilusión, optimismo y mucho amor, todo muy formal y siguiendo las costumbres de la época, en los años setenta. Teníamos ella 20 años y yo 23, gozábamos de buena salud y entusiasmo, invitamos a la familia, amigos y vecinos. Espléndida noche, ella con su traje blanco, velo y corona y yo con un traje negro, clásico, camisa manga larga celeste y corbata a rayas. Al finalizar la ceremonia eclesiástica, nos fuimos a la casa de sus padres para la recepción, en aquellos tiempos se acostumbraba eso.

La felicidad que sentíamos era inmensa, ya habíamos logrado el principal objetivo y en verdad estábamos muy emocionados. Otra costumbre era; fugarse de la fiesta sin hacer ruido (vamos a decir a escondidas) claro con la complicidad de algún familiar. Era julio de 1.978, un fin de semana normal, le encargué a mi hermano Augusto me reservara una habitación en un hotel de la ciudad, lo intentó una y otra vez en diferentes hoteles y no logró conseguir disponibilidad.

Yo había decidido que nos fugaríamos, sin pensarlo dos veces, le pedí nos llevara al terminal de pasajeros y partimos hacia otro estado de la parte andina, Trujillo, a la ciudad de Valera; aproximadamente unas tres horas de viaje. Comenzó nuestra luna de miel y una nueva vida, la estadía allí, fue unos cuatro días. Lo pasamos muy bien, fue muy lindo y dulce, nos dedicamos sólo a disfrutar de la compañía uno del otro, paseábamos y comíamos en cualquier sitio. Fuimos al cine ¡por fin solos! a las plazas y demás sitios turísticos, en verdad allí no hay tantas partes a donde ir, pero nos teníamos el uno al otro. Fue muy lindo y grato el compartir nuestra unión.

        Llenos de sueños y esperanzas, volvimos a nuestra ciudad, con proyectos y metas por cumplir. Comenzamos a adaptarnos a eso de vivir juntos. A lo cotidiano, el trabajo y la adaptación a la vida en familia, ya habíamos  acordado vivir en la casita; Así le decían, donde vivían los abuelos maternos de mi esposa, Maria Elena, papá Gregorito y mamá Cira, eran mayores  así los cuidábamos y los acompañábamos.

      En abril de 1.979, nació nuestra primera hija Karina, la mayor alegría. Una gran bendición para nosotros, hermosa y muy bonita, una sensación de ternura, felicidad y amor, era inenarrable. Era la primera nieta de mis suegros; la familia, amigos, vecinos, tenían que ver con la bebé, muy querida por todos dedicábamos mucho tiempo al cuido y a su salud. Gracias a Dios fue muy sana y tranquila, despertaba a la hora que le tocaba el alimento, le dábamos su biberón, la teníamos en brazos y al poco tiempo se movía y gemía para que la acostásemos  en su moisés, que era una cunita pequeñita. Nunca dio que hacer, no recuerdo que nos despertara de noche.

        Según un diario que le llevaba mi esposa, a los ocho meses ya caminaba bien. Para su primer cumpleaños; hablaba con las personas, hasta cantó su cumpleaños. Un inmenso orgullo, parecía una muñeca con un vestido de vuelos blanco y sus medias panty. Desde la mañana hasta la tarde-noche, estaba con su vestidito limpio, una verdadera hermosura. Fue una época inolvidable, llena de amor y satisfacción. Siempre deseé mi primer hijo fuese hembra, quizás al contrario de muchos padres.

     Volviendo al nacimiento, me sucedió algo digno de contar; y que en ocasiones tiempo después comenté con alguno que otro allegado o familiar y el hecho es que: yo sabía cómo iba a ser el rostro de la niña, la forma de su nariz, su boquita, sus ojos y pestañas orejas y demás facciones. Cuando la vi por primera vez, sabía que era así. Si yo hubiese sido pintor, tal vez la habría pintado antes de haber nacido.

            “La vida es corta” como dice el refrán, en un cerrar y abrir de ojos era el mes de diciembre, con sus fiestas navideñas y de fin de año. Hacia su entrada triunfal la ahora famosa y recordada, década de los 80; dos años después de haber nacido nuestra primera niña, Dios no envió una nueva bendición; llegó nuestra segunda bebé, le dimos el nombre de Kenny. Parecía un botón de rosa, con ojos grandes y hermosos, sus mejillas eran rozagantes y redondas. Tenía el cabello negro y encrespado. Casualmente, nació en el mes de abril también.

            Reflexionando en la forma como había llevado la crianza de Kari, consideré que había sido muy estricto, con exagerada disciplina y sobreprotector. Decidí dejar que Kenny se desarrollará con menos disciplina y dándole mucha más libertad e independencia. Recuerdo que gateaba por toda la casa, se ensuciaba la ropita y caminó después del año. Eso sí, al igual que con Karina, nunca la descuidé, estaba pendiente que no se golpeara, de la consulta de niño sano y todas sus necesidades. Siempre di gracias a Dios porque las niñas eran muy sanas y vivaces. ¡Que hermoso regalo nos había dado nuestro padre celestial!

 Más adelante nos mudamos a un apartamento y nació Kriss, en junio del 85. De las niñas es la menor, una belleza, una muñequita, blanquita y de pelito claro. Se parecía mucho a Karina y se parecen todavía. Para mí, parecía una princesita, linda, bella y con sus ojitos expresivos. Nuestra familia se consolidaba con cada nacimiento y todo marchaba bien. El amor renacía y se fortalecía entre nosotros. Fueron días llenos de ilusión y romanticismo, esplendidos y maravillosos. En verdad esa época fue muy espectacular e inolvidable.

Fui tomando experiencia con mis hijas, de una y de la otra, así que Con Kriss traté de equilibrar la crianza para no ser tan estricto como con Karina ni tan flexible como con Kenny, como padre buscaba la perfección, para tratar de que ella alcanzara el equilibrio entre la disciplina y la libertad. Creo que lo logré, con las 3 siento que lo hice bien, aunque tienen diferentes personalidades, todas se parecen en lo bellas, responsables y excelentes personas que son. 

A mi amada esposa, María Elena le decíamos cariñosamente Pache. Era una gran mujer,  muy correcta, no le agarraba un alfiler a nadie. Desde chiquita fue turca, la gente confiaba mucho en ella para los negocios. Nosotros crecimos juntos, yo la recuerdo desde pequeñita. Pasaba y la saludaba y le gritaba: ¡Pache! Ella era una niña muy linda blanquita y catirita, todos los muchachos estaban enamorados de ella cuando tenía 15 años. Yo era flaquito y feíto, pero tenía la idea de estudiar y trabajar y cuando buscara una novia sería para casarme. Tenía 18 años y me estaba graduando de la Técnica, teníamos un conjunto de gaitas de la casa.

Estaba enamorado de ella, no éramos novios pero creo que yo también le gustaba. Su papá era contador y hacía muchas diligencias, yo me junté con su padre, para hacerle diligencias y así pude acercarme a ella. Éramos vecinos y nos reuníamos en la esquina y allí empecé a saludarla y a enamorarla. Yo pensaba en cómo le digo para que no me diga que no, yo me le fui acercando, la fui llevando y enamorando, hasta que un día me le declaré. Su mamá no la dejaba salir a la calle y a las 9 de la noche cerraba la casa. Pero al otro día me dijo que sí. Así empezó nuestra historia, yo la quería mucho y la admiraba. Era responsable, cariñosa, tenía el carácter fuerte, siempre fue seria pero cuando se reía conquistaba al mundo. Nos fuimos amoldando el uno al otro, fue el gran amor de mi vida y la mujer ideal para mí.

Hay un tango de Gardel que dice que 20 años no es nada y es muy cierto, en mi caso me sucedió que entre una y otra cosa, el trabajo por el bienestar de la familia, la educación de las muchachas, me pasó tan rápido el tiempo. Cuando mi hija la mayor cumplió 20 años me parecía algo irreal, lo comenté con mi esposa y tiempo más tarde con otros familiares.

 

Ya era el año de 1999 yo tenía 44 años, ya la segunda tenía 18 y la menor 14 y para mi esos años pasaron como en un cuento fantástico, a pesar de que año tras año les celebrábamos sus cumpleaños con sus tortas y sus obsequios, fue en ese momento cuando me di cuenta ya habían pasado 20 años. Me puse a reflexionar, a ver el camino hacia atrás, y es como si lo hubiese vivido en un instante. El tango se llama Volver y cuando vuelvo tiempo atrás comprendo que lo mejor que me pasó en la vida, es el amor de María Elena y de mis hijas. Por eso al pensar en la felicidad, y su definición perfecta para mí serían: ¡Ellas!  Mi familia. 

8 comentarios en “Felicidad con F de Familia por Bladimiro Virla”

  1. Muero de amor con mi papá, siempre tan único y especial , siempre lo digo y lo repito Dios es bueno todo el tiempo y nos premia de maneras infinitas aún que no lo veamos, hay quienes dicen que no podemos escoger nuestra familia pero si yo volviera a nacer y podría hacerlo los escogería todas las vidas y dos veces por si en la siguiente no nos dejan … los amo mucho mi familia.

  2. Que hermoso, ese amor y respeto se veía en ellos, gran familia! y Pache tan dedicada, cariñosa, servicial , bonitos recuerdos guardo de ella, saludos.

  3. adalid villasmil

    Soy testigo, de muchas de esos sentimientos plasmados en letras, Pache era un agran mujer como todos su Felicidad con F con y por Bladimiro Virla.

  4. Creo que no le hace falta nada. Como pareja como padres siento que al ir leyendo vivia el momento en que lo contabas. Gracias por amarla tanto seguro estoy que ella te ama igual.

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