Érase una vez en una ciudad de cristal al norte del sur del continente más joven en el mundo, un joven príncipe guerrero pero de corazón noble, escuchó de parte de uno de sus sirvientes de una tierra donde la vida florecía en cada rincón, donde había una cascada que bajaba del mismo cielo y las nubes se unían con el agua, pájaros de colores exóticos y árboles frutales por todas partes. El príncipe buscó a los mejores cartógrafos y expedicionarios para encontrar esa maravilla de la naturaleza. Al cabo de 5 años y después de muchos viajes por el continente el príncipe cansado y enfermo volvió a su reino, en cama y con muchos males a causa de esa obsesión por conocer tal utopía, el príncipe ordenó que trajeran aquel sirviente que le habló de esa tierra hermosa.
Al llegar a sus aposentos, con una reverencia el sirviente saludo al príncipe, él con una voz cansada le dijo: – habéis mentido a tu señor, nunca encontré tal maravilla. A lo que el sirviente contestó: – mi señor no hay mentira en mis palabras, entiendo que persiguió la maravilla de la cual le hablé por amplios terrenos, pero mi señor no escuchó la parte más importante de la descripción. El príncipe furioso se incorporó hasta la cintura en su cama y con la misma furia le preguntó – ¿cuál es esa descripción q me ocultáis? El sirviente con una tranquila voz contestó: mi señor así es como imagino la paz, con esa belleza natural, en la libertad de sentirme en el gozo de encontrarme en el sitio donde esté mi corazón es ahí donde está mi hogar.
El príncipe sintió que su sirviente le había dado un regalo infinitamente más grande que la ubicación de una utopía y fue al mapa para encontrar la paz interior.
Porque el lugar más hermoso es ese donde tenemos paz y ese lugar normalmente no está fuera sino que es un estado interior.
Ciertamente ¡Gracias por tu reflexión y lectura!
Bello cuento. Gracias por compartirlo.
Gracias a ti por leerlo <3