
Hoy en día todo mundo habla de la gente tóxica, se recomienda mantenerla a distancia y no falta la jocosidad de los memes virales al respecto. Es natural que nadie quiera lidiar ni mantener próximo a un ser que te irrespeta, transgrede tu dignidad y te desgasta la energía. Me quedo pensando siempre que escucho a una persona tildar de tóxica a otra, me resulta curioso pues noto que ahora eso nos preocupa tanto que termina despreocupándonos el hecho de enterarnos si nosotros mismo podríamos ser una persona tóxica, porque puede ser o ¿no? Esa es una interrogante que debe responderse cada cual.
Si nos examinamos a la luz de la sinceridad creo que podríamos admitir que todos hemos manifestado toxicidad en mayor o menor grado, en algún aspecto de nuestras vidas o en un momento particular. Honestamente creo que a veces llegamos a comportamos con mezquindad, somos egoístas, hemos abusado de la paciencia e incluso del amor de alguien, empezando por nuestra madre, por ejemplo. En ocasiones, no somos lo suficientemente responsables, dedicados, amorosos o apasionados por vivir. En fin arrastramos un montón de conductas nocivas que pudieran ser interpretadas por el otro como “veneno” y la verdad es que, cuando nos concebimos interiormente de ese modo ya no parece tan agradable aquella idea de destierro y lejanía que queremos imponer cuando lo tóxico reside en alguien más. Parto de la idea de que al prójimo no lo puedo cambiar, me queda aceptarlo y obviamente alejarme si es que no es saludable, pero antes de etiquetar lo externo es necesario evaluarnos internamente. Se precisa concientizar nuestros modos sórdidos, reconocer que nos equivocamos, ser capaces de pedir perdón y sobre todo de rectificar nuestro proceder.
Miren que interesante que la toxicología se ocupa de identificar, analizar y describir la naturaleza, efectos, severidad y reversibilidad de ciertas sustancias. De todo eso me quedo con la palabra reversibilidad, no somos meras sustancias destinadas a ser irremediablemente nocivas. ¡Podemos cambiar! Esa, es una gran posibilidad, así que en lugar de etiquetar a otro, quien también goza de la posibilidad de ser diferente, centrémonos y ocupémonos de transformar nuestras toxinas, tratarlas hasta sanarlas y constituirnos en personas saludables o al menos encaminadas a la sanidad. Conoce tu temperamento, aprende a maniobrar tus emociones y precisa tus acciones, de esta manera reconocerás en ti y en tu entorno, lo que está bien y lo que no, más allá de juzgar, podrás entender mejor el mundo propio y el ajeno. No atendamos tanto a lo tóxico más bien vamos a enfocarnos en multiplicar lo saludable.
¡Que te lo digo yo!