Zulay Coromoto hoy está de cumpleaños, desde aquí celebramos su risa, su energía y su andar. Deseamos que cuanto aspira sea concretado y siga sumando anécdotas a esa historia maravillosa que aquí vamos a contar, con aciertos y desaciertos, alegrías y penas, de eso va, pero sin dejar de caminar y ahora, hasta corriendo hacia su felicidad. Siempre escuchó a su mamá decir que el nombre se lo escogió una amiga cercana. Zulay, de origen árabe, tiene dos significados muy apreciables: brillante y fuerte. Mientras tanto Coromoto es un nombre popular en Venezuela, de raíz indígena, vinculación religiosa y empleado lo mismo en mujeres que en hombres. Nace en Mérida a eso de las 4 de la tarde, en el Hospital Universitario de Los Andes, el 30 de agosto del 1966. Es madre, abuela, hermana, tía y amiga. Mujer resuelta, determinada, emprendedora y aguerrida. Su tez morena clara y su cabello tan liso como negro son distintivos en su belleza. Dada a la gente, conversadora y amigable. Se declara sencilla aunque siempre cuidadosa de su imagen. Mayormente optimista y sonriente, se destaca en lo que hace, sus emprendimientos siempre han estado vinculados a lo natural, plantas, jardinería y paisajismo. Ahora mismo practica running y eso ha potenciado su energía, capacidad y conexión con la naturaleza. ¡Leamos pues todo lo que nos quiere contar!
Le gusta el azul, el rosado y el blanco. De la comida, su plato favorito siempre será el pollito con arroz y la gallina rellena que preparaba su mamá. De la música disfruta todos los géneros en general, de los cantantes: Chayanne, Thalia y Marc Anthony. Es sencilla, toda la vida ha sido así, no gusta de usar maquillaje ni joyas y no es de ir a peluquerías. Agradece ser lampiña, de cabello lacio y buena piel porque no es el tipo de mujer que toma tiempo para ir al salón de belleza, más bien invierte su tiempo en cosas que le agradan. “No por eso me descuido, me gustar verme como una mujer jovial y alegre, atiendo mi imagen, mi cabello siempre bello y bien cuidado. De lo que sí soy fanática es de las cremas faciales de limpieza y de hidratación. En eso me identifico mucho con mamita, siempre la veía arreglándose y me quedó el cuidarme el rostro, mis cejas y mi cabello de manera muy natural. Así soy”. Otro detalle importante en su vida son los viajes y las aventuras. “Gracias a Dios he conocido grandes ciudades como Lisboa, Madeira, Múnich, Burdeos, Paris, Madrid y Punta Cana. He viajado a 11 países: Portugal, España, Francia, Alemania, Aruba, Republica Dominicana, México, Colombia, Perú, Panamá y Chile. Con el deporte de montaña he sido mochilera, he conocido sitios exóticos y cumbres hermosas de Venezuela. En Caracas, el pico Naiguatá de El Ávila, en Cojedes en pozo azul que es un lugar emblemático y hermoso, en Portuguesa un cerro que bautizamos Zula porque está muy cerca de mi granjita y en Barquisimeto, el parque Terepaima. Aquí en Chile conocí el subí al Cajón del Maipo, también al Cerro Provincia en plena nieve, desde que hago running he coronado unas 10 o 12 cimas aproximadamente”.
Sus primeros recuerdos provienen de su natal Mérida. “Recuerdo a mis abuelos paternos. Santana, hombre blanco de ojos verdes, me acuerdo que me cargaba siempre. Mi abuelita Asunción era india, de piel morena y de pelo lacio. También mi tío Antonio, hermano menor de mi papá, vivimos en su casa, tendría unos 4 años en ese entonces. Cuando tenía 5 o 6 recuerdo vivir en Los Magallanes de Catia, con las tía Martina y Carmelita, hermanas de mi abuela Corina. Ahí recibí por primera vez un regalo del niño Jesús. Me lo trajo una vecina, me dijo que el niño Jesús me había dejado una muñequita enfermera en su casa y a mí me gustó mucho. Entre los 7 y 9 años vivíamos en El Junquito, mamá y los muchachos iban a trabajar y yo me quedaba cuidando a Lalo, él era blanquito, bonito y gordito. Carlos, Tico y Coco salían a trabajar. Allí en El Junquito comencé la escuela, cursé primer grado en una escuelita cerca de la casa. De los 10 a los 12 vivíamos en La Vega, allí fue cuando llegó Yulita, me encargué de cuidarla desde que tenía un mes de nacida. En el transcurso de ese tiempo recuerdo mucho a mi abuela Corina, cuando tenía vacaciones del colegio, mamá me mandaba a Mérida a pasarlas con mi abuela. Con ella fue que visité por primera vez la iglesia, era una que estaba en el centro por la plaza. También recuerdo mucho a tía Arminda que me consentía y me hacía vestidos”.
De los 12 a los 18 vivió con su familia en Las Piñas, en el 23 de enero. “Tengo recuerdos de las tremenduras con Tico y Coco, a veces me peleaba en la calle por defenderlos a ellos. Estudiábamos los 3 juntos, el mismo grado y con el mismo libro, mamá esperó que ellos crecieran para que fueran a clases conmigo y me cuidaran. Tico no hablaba mucho y Coco no dejaba hablar a nadie. Yo era revoltosa. Toda mi adolescencia la viví en la iglesia El Buen Samaritano, allí me congregaba, me gustaba ir a visitar los hospitales y a predicar en la calles. Íbamos con Carlos, Tico, Coco, Yeli y América. Carlos era como el jefe de la casa, había que respetarlo, siempre me regañaba, pero era por cuidarme y estaba pendiente de mí. Tico y Coco eran de mi edad, con ellos hacía travesuras. Éramos competitivos, a ver quién era más atrevido y valiente. Una vez me amarré una manguera en el cuello para que ellos apretaran a ver hasta donde yo aguantaba sin respirar, fue tan fuerte que casi me ahogo. Creo que vi el túnel de la muerte, vi todo negro y una luz al final, hasta que de repente reaccioné y me la pude quitar. Creo que me salvaron las oraciones de mamá, siempre pidiendo por nosotros. En ese entonces ella trabajaba de 4 de la tarde a 9 de la noche y yo me quedaba cuidándolos a todos”.
En algunas ocasiones se complicaron sus travesuras. “Una vez haciendo un experimento para revivir moscas, era matar las moscas con un paño y luego le acercabas un fósforo y las revivías. Era un juego pero se nos incendió la casa. Los vecinos nos ayudaron a apagar el fuego y sacar las cosas. Cuando mamá llegó nos consiguió donde los vecinos y la casa toda quemada ¡imagínate! Después de los 15 comencé a ser más rebelde, a llevar la contraria, si me decían que no, más quería hacerlo. Me gustaban las fiestas, escuchaba la música cuando había una cerca y quería ir pero mamá y Carlos no me dejaban. Una vez mamá se fue a visitar a una tía y yo me escapé, cuando Carlos llega de la iglesia, vio que no estaba y me fue a buscar con la correa y me sacó. Allí tuve mi primer novio, me visitaba en la casa a escondidas. En ese tiempo papá no vivía con nosotros, pero iba a vernos, cada vez que venía yo lo veía como un súper hombre, alto y fuerte, con él me sentía protegida. A los 17 con el rollo de que yo era muy rebelde, mamá prefirió que me mudara un tiempo con papá porque se preocupaba mucho por mí. Viví con él como un año, en Simón Rodriguez, en Sarria. Eso fue una experiencia muy bonita, cantábamos mucho, le gustaban las canciones mexicanas y cantaba con él, íbamos a la playa y al campo, compartimos bastante”.
Narra la relación con sus progenitores y hermanos, al tiempo que valora la influencia de la familia en su vida. “Con mamá como un año y medio antes de ella partir con el Señor, Dios me dio la oportunidad de compartir muchas cosas. Dormíamos juntas, me motivaba a correr, le gustaba que yo saliera tempranito en la mañana y pude darle mucho amor, le agradezco mucho eso a la vida. Igual con papá, le doy gracias a Dios porque me permitió cuidarlo durante toda su enfermedad y hasta su último día de vida. Para mí él era como un héroe. Mamá era muy noble, dadivosa y le gustaba ayudar a la gente, en ese sentido me identifico mucho con ella. Papá hacía buenas amistades, las cuidaba y todo el mundo tenía algo bueno que decir de él, era muy emprendedor, trabajaba independiente y en esa parte me identifico más con él. Ahora bien, con mis hermanos me vínculo desde 3 puntos de vista, para mí Carlos es el jefe, protector, el mayor ejemplo que podamos tener nosotros de servir. Tico y Coco son como mis gemelos, mis morochos, compartimos muchas travesuras juntos, siempre hemos tenido una gran conexión los 3. Una vez viajamos a Panamá y pasamos un susto porque el avión se iba a caer, estaba pendiente de mí pero también de ellos. Cada uno de ellos es una parte de mí. El avión tuvo que hacer un aterrizaje de emergencia porque una de las turbinas se estaba incendiando, en ese momento vi cerca la muerte. El avión regresó a Panamá urgente y gracias a Dios no pasó a mayores. Cuando llegué a Venezuela pasé 3 días durmiendo y sin salir para pasar el susto. En cuanto a Lalo y Yuli tengo un sentimiento materno, más que de hermandad, pues los cuide desde pequeñitos. Es muy diferente, me preocupo por protegerlos, a ellos y a sus hijos. Todos mis sobrinos son mis panas, mis amigos, pienso que soy la tía alcahueta de todos, nunca he sido regañona, he sido cariñosa y pana con ellos. La familia ha jugado un rol importante en lo que soy ahora, en mi esencia, el aporte que tuvo mi relación familiar con mis padres, hermanos y sobrinos para ser quien soy hoy”.
“A los 19 regresé a vivir a la casa, allí es cuando conozco a Manuel, el papá de mis hijos. Era el jefe de los muchachos en una floristería de El Paraíso. Estuvimos juntos desde mis 19 a mis 34 años. Fueron 15 años de trabajo, aprendizaje, nacieron mis hijos, emprendimos juntos, crecimos y hasta viajamos por Europa. Mis 3 hijos fueron planificados y deseados, siempre lo he dicho y se lo repito a ellos porque así fue. Manuel para mí fue un maestro y protector, me enseñó muchas cosas. Montamos viveros, nos mudamos a Acarigua y logramos grandes cosas. Llegó a mi vida, vivimos una etapa juntos y después cada uno tuvo que seguir su camino. Agradezco a Dios porque me dejó 3 regalos, que son mis hijos. Los tres son diferentes pero muy nobles, tienen mucho de las raíces europeas de su papá pero también de lo bueno del venezolano, por mí. Adriana es mi primera hija, con ella fui más estricta en la educación y enseñanza que con los 2 varones, ella siempre fue obediente y responsable, hasta el sol de hoy ha sido así. Manuel nació grandote y bello, blanquito, bonito, siempre fue un niño tranquilo con una personalidad muy propia. Pudimos viajar 3 meses por 5 diferentes países de Europa, fue una de las etapas más bonitas de mi vida. Como todo fue gracias a un milagro de Dios. Después llegó Alejandro, desde pequeñito siempre ha sido muy hiperactivo, rebelde, él es quien más se parece a mí, con sus ganas de romper las reglas y ese espíritu aventurero”.
Cuenta, valora y ama a sus hijos. “Adriana tiene mucho de su familia europea, siempre ha sido, responsable, seria, comprometida, conmigo siempre ha sido buena compañera. Hemos compartido ocasiones especiales de su vida, cuando viajó a México a estudiar en la universidad, cuando se casó, el nacimiento de María, han sido momentos muy lindos que compartimos las dos. A Manuel siempre lo he visto como mi Rey León, esa es la película que él más veía de niño y así se quedó. Es un hombre muy fuerte, bondadoso y me ha enseñado muchísimas cosas. Siento que es un maestro para mí. En cambio Alejandro me ha sacado las canas verdes (risas). Con los dos primeros nunca sentí el dolor que siente una madre por un hijo, pero con Ale sí, ha sido el más rebelde, ha querido ser libre, se me ha ido de las manos fácilmente y con él es otra historia. Ahora con todo lo que ha pasado en mi vida, entiendo y respeto que es un adulto, lo quiero dejar vivir su propia historia, pero eso sí tengo una certeza de que él será ejemplo para sus hermanos, para mí y para muchos. Tengo la seguridad que será un gran testimonio de vida. A todos los amo con todo mi corazón”.
Adriana cree que su madre como todo ser humano tiene defectos y virtudes, pero afirma que son más sus virtudes. “Es una mujer guerrera, luchadora, no se ha detenido ante ningún obstáculo para lograr lo que se propone. Siempre ha estado para nosotros, nos enseñó a ganarnos la vida y a luchar por lo que queremos. Nos dio ejemplo para cada día hacer las cosas mejor, no porque lo hagamos mal sino que ella dice que siempre hay una manera de ser mejores en lo que hacemos. De niña yo le reclamaba eso, le decía ¡naguará! mamá para ti nunca hacemos nada bien y me dijo un día, ¡no Adri! no es eso, sino que yo sé que ustedes lo pueden hacer mejor y esos los va ayudar a no ser conformistas. Eso, créeme que nos ha ayudado muchísimo a seguir adelante y siempre ir por más, a hacerlo mejor y a que se puede llegar más alto, me lo ha enseñado ella. No fue mujer de quedarse en la casa, atender al esposo, planchar, lavar, cocinar y atender el hogar, siempre fue de trabajar y estar a la par de mi papá, que fue el ejemplo que yo vi más de cerca, ambos trabajaban, ambos cocinaban y ambos estaban pendientes de nosotros. Por ella aprendí a tener mi libertad financiera, a no depender de nadie, salir adelante por mis propios esfuerzos y conocimientos. También me ha enseñado muchísimo lo que es la libertad, tener nuestro pensamiento crítico, tanto social como espiritual y de alguna manera, eso nos ha llevado a ser seres libres, defender nuestros pensamientos a toda costa. La manera como pienso ahora, como piensa Manuel, somos totalmente distintos los 3, pero genuinos en lo que somos. Creo que la clave de sus enseñanzas que nos trajo hasta donde estamos ahora es no ser conformistas, ganarnos las cosas por nosotros mismos y ser libres. Amo muchísimo a mi mamá, de verdad que ha hecho grandes sacrificios, le ha tocado difícil con mi hermano menor pero sé que todo lo que desea en su corazón lo va a ver hecho en él, aquí, en esta tierra. La amo con toda mi alma, le agradezco por todo por todas las claves que nos ha mostrado para nosotros hacer nuestro camino, tanto a mí, a mis hermanos y a María, mi hija, ha sido un pilar fundamental en su vida. Le deseo todo el amor y la alegría del mundo, que pueda ver hecho todo lo que anhela en este mundo. Quiero decirle que siempre estaré cuando necesite desahogarse, una amiga y a su hija, siempre voy a estar ahí cerca”.
Para Manuel, su madre es un ejemplo único de mujer y maternidad. “La forma en que desempeñó su rol no es muy similar a lo que podría ser otra mamá, siempre se encargó de que nuestra relación, más allá de madre-hijo, fuese una amistad. Lo que soy hoy en día, me doy cuenta en cada una de mis acciones y las decisiones que voy a tomar, logró inculcarnos lo más valioso que puede tener uno: los valores y el gusto por hacer las cosas bien. Es luchadora, es una caraja que no se cae a coba para nada. A todos nos dio el regalo más lindo de nuestra crianza, muchos creerán que puede ser revisarte los cuadernos, hacer que salgas bien en la escuela, no sé meterte a un curso o a practicar algún deporte pero para mí no fue eso, todo lo contrario, su mejor regalo fue la libertad. Nunca me dijo que no, para ir a una fiesta o salir con alguien, no se negaba, me decía lo que consideraba según su experiencia pero siempre era yo quien tomaba la decisión, siempre fue así. Nos dio la oportunidad de elegir, no permitió que nadie se metiera en nuestras vidas, incluyendo a la misma familia. Eso se me hace heroico y atrevido, siendo madre todo el mundo va indagando, nadie tiene un manual, ni sabe bien cómo es la cosa pero lo intentó, lo hizo lo mejor que pudo, tuvo el coraje de criarnos con libertad más que con fundamentos prestablecidos, creo que es un acto único y de valentía. Conozco pocas personas que hayan tenido este privilegio. La amo, siempre será un ejemplo de superación y constancia. Mi mamá es especial más allá del cariño y la relación íntima que tenemos, como persona siempre fue luchadora y logró lo que quiso”.
Zulay ha experimentado diferentes etapas y transformaciones en su vida. “A los 35 años termina mi historia con Manuel, comencé un período totalmente diferente en mi vida. Después me enamoré otra vez, viví en México. Fue una etapa de mucha ilusión, de mucho amor, todo lo contrario a lo que había vivido, antes vivía desde el deber, en cambio aprendí a dejarme llevar un poco más por lo que sentía. Agradezco haber experimentado, viajado y aprendido tantas cosas. Viví historias diferentes. Fue como haber cumplido un ciclo en mi vida y continuar mi camino también.”
“En el ámbito sentimental la relación más bonita que tuve fue con Rafael, fue la mejor porque en esa etapa los dos nos dedicamos a vivir, a compartir, a crecer, teníamos muchos gustos en común, con él pude hacer realidad mi sueño de viajar en moto, era algo que siempre me había gustado. Logré pasar de cero a tener muchas cosas, por ejemplo mi granja, mi casimba, que es mi pedacito de cielo aquí en la tierra. Éramos cómplices y compañeros. Al final recuerdo que cada relación fue hermosa a su manera. Siento que tuve el amor perfecto, agradezco y llevo con amor esas experiencias en mi corazón. Llega un momento en que las relaciones se terminan, cada quien tiene que seguir su camino y he aprendido a guardar los mejores recuerdos. De la relación con mi papá tengo los mejores recuerdos, con mamita igual, recuerdos sus consejos y oraciones, inclusive sus regaños. Atesoro en mi corazón lo mejor de cada persona que llega, está y se va en mi vida. Está en nosotros quedarnos con lo malo o con lo bueno, pero quedarnos con lo bueno es mejor, nos hace más felices. Solamente recuerdo lo bonito de cada persona que pasó por mi vida”.
Ser abuela es uno de sus roles y lo disfruta muchísimo. “María Isabella creo que fue el mejor regalo que Dios me dio después de mis hijos, es una niña que amo y admiro mucho por toda su historia. Siempre he vivido con ella y siento que se parece mucho a mí en muchas cosas, cuando yo no esté aquí en la tierra, ella será una representación muy bonita de mi esencia, de mí misma. Me encanta cuando dice que sueña con correr igual que yo. En esta época mi debilidad más grande es María Isabella, sería capaz de hacer cualquier cosa por ella”. María Isabella por su parte dice que su abuelita es una persona muy maravillosa. “Le doy gracias a Dios por ella. Es muy valiente y fuerte, yo ni siquiera puedo hacer todo lo que ella hace, ahora quizás no pueda pero en algún momento sé que si lo haré. Es muy inteligente y de verdad que lo admiro mucho, la valentía que tiene, si quiero ser igual que ella tengo que entrenar mucho. Para mí es una súper heroína, nadie, nadie excepto mi abuela Isabel puede reemplazarla. Es una persona dedicada a lo que va a hacer, si va a entrenar tiene un talento para eso, a veces creo que es estricta pero ella quiere que mejore mi pierna, que todo salga bien y que pueda avanzar a otro nivel. Cuando yo gane una carrera, me voy a acordar que todo eso me lo enseñó mi abuelita, no todo el mundo puede tener a su abuelita como entrenadora, y sabré que gracias a ella logré eso. Me dice que no importa las veces que me caiga, ni lo que digan los demás, siempre va a estar en mi corazón, como mi abuelita Isabel. Sé que va a estar conmigo pase lo que pasé y me va a apoyar siempre en cada paso que dé. Alguna gente no valora a sus abuelitos, yo creo que hay que valorar los momentos que se comparte con ellos, yo creo que hay que aprovechar a la abuelita, a la mamá y a toda la familia, eso no se puede comparar con nada en el mundo. El poder del amor es incomparable y yo creo que mi abuelita y mi familia son lo mejor, gracias a ellos puedo ser yo. Abuelita te amo, al igual que a mi familia, sin ustedes yo no puedo vivir”.
Analiza la progresión de los diferentes roles de su existencia. “Siempre como el vivo ejemplo de mi mamá, he querido dar la vida por mis hijos, darle lo mejor a ellos y que no sufran. En mi rol de hija di lo mejor, el último año de vida de mamá yo dormí con ella, todo en la vida tiene un sentido y todo pasa en el momento perfecto. En ese momento cumplía 50 años, hasta ahorita, de los 54 años que tengo, los últimos 4 han sido los más intensos, libres, aventureros y sanos que he vivido. A veces siento que en vez de aumentar voy retrocediendo en la edad por la fuerza y la energía que siento. En ese tiempo las personas más cercanas de mi vida se fueron de una manera u otra. Mientras ellos no han estado he podido encontrarme conmigo misma, la oportunidad de hacer cosas. De descubrirme, a Zulay Castillo, no la hija, no la mamá, ni esposa, ni hermana, sino yo y me gusta, solamente amándome a mí y viendo conmigo misma. Entendí lo maravilloso que es aprender a vivir contigo mismo, es un tiempo que necesitas para aprender, para sanar y es hermoso. Estoy viviendo conmigo, con Zulay, es bonito, me gusta. Ahora vivo en Chile estoy experimentando cosas que no pude vivir antes, si hubiese tenido la experiencia que tengo ahorita hace años atrás me hubiese comido el mundo. Descubrí que uno todo lo que se proponga en la vida lo puede lograr, no importa la edad, ni el tiempo”.
Una de las cosas que agradece Zulay, es haber emprendido en negocios que la vinculan con la naturaleza. “Poder aprender de negocios, especialmente con viveros, plantas y áreas verdes, al final se convirtió en lo esencial de mi ámbito laboral, el diseño de jardines y el paisajismo. Siento que ha sido importante para mí, la conexión con la naturaleza, todo lo que yo inicio es próspero y abundante, al sitio donde llego hay bendiciones y abundancia, siento que todo florece. Es por ese don creativo que Dios ha puesto en mis manos. El tema de trabajar con plantas aflora en mí la creatividad y crea una gran conexión espiritual. Me gusta hacerlo, aunque es un trabajo pesado, no me importa si tengo que llevar sol, lidiar con tierra, ir de allá para acá. He logrado muchos proyectos gracias a eso, muchas cosas de mi vida, de hecho aquí trabajo también con eso”. Narra su experiencia al migrar. “Lo que me tiene enamorada de Concón es la tranquilidad, el clima es muy diferente a Venezuela, pero me gusta lo que estoy viviendo con respecto al frío. Lo que más me agrada es el compartir cultural que se da cuando conozco chilenos, ellos aprenden de mí y yo de ellos. Ya es normal que hagamos arepas para desayunar. Estoy muy cómoda aquí pero igual siento que no es mi hogar, siempre añoro Venezuela. De Concón me encanta la playa, la naturaleza, todo está cuidado y hermoso, hay mucha cordialidad”. Ahora mismo tiene un proyecto pendiente, es su anhelo. “Me visualizo y estoy planificada a largo plazo, lo escribí, lo leo todos los días en la mañana. Me veo desarrollando un proyecto de turismo y productividad en mi granjita. Un sueño de toda la vida, es tener una casa hogar de niñas para enseñarles alguna actividad productiva. Aquí en Chile me siento bien, me ha ido excelente desde que llegué, vivo en una casa hermosa, he tenido muchas oportunidades, he vivido una vida relajada, tengo un buen trabajo, y me gusta el clima, pero siento que estoy de paso así que estoy aprovechando al máximo esta oportunidad, recargando la energía para cuando regrese, ir renovada a ejecutar mi sueño”.
Una de sus pasiones es correr. “Comencé a correr, corriendo siento que me rejuvenezco, me siento sana, segrego hormonas de felicidad, de tranquilidad, aprendí disciplina, a superar obstáculos y alcanzar retos. Empecé a correr a mis 50 años con Darling y Elis, mis cuñis, que me ayudaron mucho con eso, me invitaban a subir a El Avila y a participar de las carreras. Lo que más me gusta son las carreras de montaña. Lo que me motivó a correr fue auto convencerme de que soy capaz de lograr lo que me propongo, alentar a más personas a esforzarse, dar ejemplo a mis hijos, combatir malos hábitos, comprobar hasta qué nivel estoy dispuesta a sacrificarme y lo más importante, para sentir mi libertad. Tengo 3 medallas que me he ganado en mi categoría, dos de montaña y una de asfalto, dos me las gané en Venezuela y otra aquí en Chile”.
Zula afirma que en la vida no existen los fracasos, que esa palabra no es cierta. “Existen los procesos y los aprendizajes, ahora que tú sepas vivir tus procesos y aplicar tus aprendizajes depende de ti. Descubrí lo esencial del perdón, es liberar nuestro propio corazón, no beneficia o perjudica al otro para nada, pero es sanador para ti mismo. Otra cosa que asimilé y la practico en la mañana, en la tarde y en la noche, es la gratitud, la aplico para todo, si llueve, si hace calor, sea lo que sea agradezco. El agradecimiento es una clave del éxito en la vida. También la aceptación, de las personas como son, de los diferentes puntos de vista, de las cosas que te pasan y de todo. En esta cuarentena doy gracias a Dios, al principio veía todo como una desgracia mundial, un desastre, pero después se tornó muy productiva para mí. Aprendí a darle espacio a Dios en mi vida, estoy enamorada de Dios, mi espiritualidad se ha expandido mucho y he desarrollado una conexión muy especial con Él. Me siento súper bien, entendí que tengo un propósito en esta tierra y es el de servir”.
Mi tía Zulay se hizo presente de forma significativa y amorosa en mis años de niña, creo que colmaría demasiadas páginas contando nuestras historias juntas. Puedo comenzar por relatar que moría de ganas de irme a Acarigua con ella, cada vez que llegaban las vacaciones. Me gustaba pasar tiempo a su lado, compartir juntas, fue así pequeña, adolescentes, joven y ahora en mi vida adulta. Mucho de lo que sé lo aprendí con ella y en gran medida me hallo como un reflejo suyo. Armonizamos en demasiados aspectos: pensamiento, decisiones, personalidad y en otras tantas cosas difíciles de listar, por supuesto hay cosas en las que no coincidimos pero jamás ha existido desavenencia alguna entre nosotras. De niña me consentía, me defendía, me cuidaba, me enseñaba, me regalaba cosas, me compraba ropa, en fin, reconozco que su presencia y detalles contribuyeron para fortalecer esa niñez feliz que tuve. Con ella practiqué lo que son ventas y emprendimientos, a expresar mi parecer, a ser alegre, amigable y empática. También le copié lo empeñada, insistente y peleona, cuando la ocasión lo amerita, si toca defender lo que es válido, no dudamos en hacerlo.
Una de las veces que la visité en Acarigua, nos fuimos de compras a Gina´s una tienda muy famosa de Venezuela, recuerdo que me compró bastante ropa y un traje de baño rosado que me encantaba. En uno de esos viajes me dio papera, la recuerdo sentada conmigo en ese sofá rojo, como de peluche, que tenía en la sala, atendiéndome y cuidándome. Eso fue en la casa que tuvo en el vivero que quedaba en la entrada de la Fundación Mendoza, diagonal a Tractolica. Pensar en ese lugar siempre me trae buenos recuerdos, tenía un baño grande donde siempre jugábamos carnaval, Adri, Manu y yo. Era un vivero gigante donde me enseñó el nombre de muchas plantas y flores, siempre que veo alguna y recuerdo el nombre me acuerdo de ella. Antes vivía en Bella Vista en una gran casa, con patio y rejas marrones me parece, de allí me acuerdo que mi abuela vivía en la esquina y pasaba a buscarme para llevarme a la Escuela Dominical. A mi tía le gustaba llevarnos al Club Luso Venezolano, a pasar la tarde en la piscina y nos compraba chucherías.
Agradezco haberla tenido en la adolescencia porque con ella pude vivir cosas que yo quería, bajo la supervisión de una adulta y la complicidad de una amiga. Con ella entré por primera vez a una discoteca, fuimos de paseo, viajes, rumbas y muchas salidas más. Ella sabe que estoy para ella, sé que ella está para mí, siempre ha sido así y me reconforta el corazón. Compartimos un amor lindo por mamita Corina, siempre coincidimos en sus cumpleaños, ahora que lo pienso, ese amor hacía mi bisabuela fue infundado en gran medida por ella, siempre pendiente de visitarla cuando íbamos a Mérida. En mi vida adulta ha sido amiga e inspiración. Viajamos juntas a Punta Cana, fue divertido y memorable. Un día subimos a El Ávila con un grupo de sus amigos corredores y fue genial. Recuerdo especialmente una noche que salimos a comer Adri, ella y yo a El Hatillo. Los karaokes los disfrutamos un montón, nuestras cantadas en el karaoke de Cancha 6, Don Paco y Costa Brava. ¡Nos la hemos pasado buenísimo juntas! Un tiempo hicimos una linda labor con las niñas de Agua Blanca con la Fundación Amor y Paz, no solo nosotras, participó mucha gente bonita, pero eso me permite rememorar que siempre se ha definido como solidaria y dispuesta.
Caí en cuenta que nací justo dos días después de que ella cumplió 20 años, cumplimos años cerquita, desde entonces ha estado presente en mi vida de muchas maneras diferentes. Estoy segura que eso, entre otras tantas cosas de la vida, nos vincula y así siempre será. Tía querida, mi tía bonita, tía Zula, Dios sabe cuánto te quiero y todo lo que le agradezco tenerte en mi vida. Hoy el tiempo y la distancia nos alejan físicamente, pero de corazón jamás, allí siempre estamos cerquita y amándonos por montón. Este es mi pequeño homenaje, mi reconocimiento, mi honra, porque mucho de lo que soy es gracias a ti. Reconozco que para saber a dónde voy necesito valorar de dónde vengo, cuando volteó a mirar mi recorrido, te veo recurrentemente a ti. ¡Agradezco inmensamente tu amor y tu amistad! Eres especial y hoy pido para ti todas las bendiciones, alegrías y sonrisas que te mereces. Oro para que conquistes cada meta que aspira tu corazón, sigas con ese ímpetu, esas ganas de ser, hacer y lograr. Celebramos tu día y juro que el regalo eres tú misma, pero este es mi obsequio, en afán de alguna manera compensar todo lo grandioso que he recibido de ti. ¡Te amo!
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