Feliciano: el silencio también habla, la ausencia también es presencia

Feliciano, proviene del Latín, significa afortunado y es una variante del nombre Felix. Frissora Costantini, sus apellidos. Hijo de Domenico y Giovanna. Hermano de Aristides, Filippo, Bambina y Michelle. De nacionalidad italiana, nacido un 5 de mayo de 1908, en Introdacqua, provincia de L’aquila. Combatió en la segunda guerra mundial, después migró a Venezuela, dejando atrás su primer matrimonio y a sus hijas María y Lucia, a quienes seguramente amó y extrañó profundamente. En Caracas conoció a un nuevo amor: Úrsula, con quien convivió muchos años y tuvo 8 hijos: Pedro Roberto, Roberto Santana, Carmen América, Doris Margarita, Daniel, Eva Virginia, Ana Cecilia y Humberto. Un caballero de rasgos finos, bigote menudo, ojos claros y lunares llamativos en el rostro. Su cédula no llegaba ni al millón apenas por los 558.000 y la tramitó en Chacao el 29 de julio de 1965, aunque vivía de San Pedro a Río. Sastre, contabilista y músico. Gustaba de la buena cocina y de la mesa en familia. Amante de los vegetales  y de los buenos modales. Trabajador incansable, padre presente y dedicado. Calmo, cariñoso y bromista. Amante del fútbol y fanatico del Inter de Milán, veía los partidos con sus paisanos con quienes siempre hablaba en italiano. Vestía formalmente, aparece en todas sus fotografías de traje y corbata, como corresponde a los caballeros de antaño, a quienes no les faltaba ni el pañuelo blanco planchado ni la cortesía. Nano fue su cariñoso apodo, citaba frecuentemente la sabiduría de San Juan Bosco y escuchaba a Mina, la flamante cantante italiana de los sesenta. Tuvo un corazón valiente que sobrevivió la crueldad de la guerra, no lo inhabilitó después para hacer barcos de papel con su hijo, ni abrazar afectuosamente a su hija. A Feliciano seguramente le habría gustado encontrar un camino de vuelta a su Italia y no marcharse tan pronto de esta vida. Falleció el 12 de marzo de 1975 en el Hospital Clínico Universitario de Caracas. Aprovechamos la conjunción de un viaje, algunas cartas de amigos,  fotografías antiguas y los testimonios de quienes le amaron para armar el rompecabezas de su relato y lograr dejar sentado que fue un caballero EXTRAORDINARIO. 

 

Úrsula: “al difunto Feliciano lo conocí por medio de un italiano que me lo presentó cuando yo era joven, yo no tenía empleo entonces él me dijo yo te voy a presentar a un amigo mío para que te de empleo y así fue. Después de eso estuvimos juntos bastantes años. Nos conocimos en la calle nueva de El Guarataro, la casa es la número 11, porque esa casa todavía existe. Después él me preguntó si yo quería vivir con él, le dije pero usted es casado, él me dijo sí yo soy casado pero mi señora no está aquí en Venezuela, que ella estaba allá en Italia donde ellos vivían juntos. Entonces yo le dije a él y ¿si ella viene para acá? ¿Cómo haría yo? Y me dijo así con seguridad: ella no va a venir para acá. Me puse a vivir con él pero le dije bueno, como ella es su señora, si algún día ella va a venir para acá, yo quiero que usted, así le decía yo, me avise con tiempo para irme para otro lugar, ya que ella tiene derecho de buscar a su esposo. Pero nunca esa señora llegó a venir a Venezuela, él murió y ni ella, ni las dos hijas que tuvieron vinieron al entierro ni tampoco pudieron estar con él, en su enfermedad. Quien cocinaba era él, yo rara vez cocinaba algo, lo que hacía era limpiar la casa y lavar la ropa, cuando la comida estaba lista él iba allá a donde yo estaba, puede ser en la batea y me llamaba para que fuera a comer. A veces se compraba su cervecita y la ligaba con Pepsi-Cola o Coca-Cola, entonces me daba un vasito a mí ¡Sabroso! (risas) no verdad que era bien sabroso. El cocinaba una pasta muy buena. Él era un buen sastre porque cosía bien, era contabilista y era músico también. Me acuerdo que cuando llegó aquí a Venezuela lo invitaron para una iglesia a tocar el cornetín, ese cornetín lo tenía Jose guardado. Era un hombre alto, hasta una persona una vez me dijo oye él si es simpático (risas) tenía un primo hermano que se parecía mucho a él, alto y blanco como él. Tenía su esposa allá en Italia, con ella tuvo nada más que dos hijas, una llamada María y la otra llamada Lucía, parece que fue a la guerra y cuando regresó, venía contento pensando que su esposa le iba a tener la mesa preparada y resulta que la esposa pensando que se había muerto en la guerra ya se había buscado a otro, esa es la historia, yo me acuerdo clarito de eso. De su mamá, supe que cuando yo estuve viviendo con él, ella estaba viva todavía, no sé si estaría en otro país o si estaba en Italia, solo sé que los italianos que vivían cerca le dijeron que estaba grave cuando ya había muerto para no darle la noticia así tan de repente. Cuando Feliciano se enteró que su madre murió, se puso muy mal, se entristeció y le afectó mucho.En Italia me contó que vivía en Introdacqua, la palabra quiere decir dentro del agua. Se vino de allá en barco, cuando yo era joven, José creo que tiene una foto por ahí de cuando yo era joven con él. A él le encantaba comer vegetales y me pedía que se los preparara porque no le gustaba comerlos en la calle. Lo mejor que me dejó fue mis hijos porque hoy en día son la familia que tengo”. 

 

Pedro Roberto (Joseíto): “mi papá cuando llegó aquí, primero era encargado de una fábrica de café, Café Colombo, recuerdo, en ese momento tenía alquilada una habitación en una pensión, después pasó a estar encargado del estacionamiento en San Pedro a Rio, en San Juan. Ahí estuvimos muchos años viviendo, siempre recibía a sus paisanos, los días sábados iban a visitarnos, eso era  lo normal, conversaban y compartían, él les sacaba algún whisky y les daba, no tomaba mucho pero a veces lo hacía. Algunas palabras me las decía en italiano pero de resto me hablaba en español, allí vivíamos América y yo. El la llamaba Mina después que murió él, mi mamá era la que le decía América y así quedó. Cuando cocinaba hacía espaguetis, sopa, minestrone, cuando el pan  estaba duro lo molía y se lo ponía a las albóndigas, las preparaba con ajo y pan, siempre al horno. Los viernes le gustaba comer filete de pargo, ese era el pescado de él. Siempre en la mesa había aunque sea un platico de remolacha o de vainita. Me enseñó a lavar mi ropa y me decía que aprendiera a cocinar. Me contó que se vino en barco, estuvo viajando varias semanas, con la maleta cargada de quesos y salchichón, porque en ese entonces había mucha hambre allá. Mi papá estuvo en la 2da guerra mundial, combatió en el norte de África y en Egipto, Etiopía y Sudán. En una oportunidad junto a un compañero, pasaron toda la noche escondiéndose en una cueva, parece que su amigo  estaba herido y cuando mi papá  se despertó se dio cuenta que había fallecido. Pasó cosas muy duras, estuvo preso, lo arrestaron porque después de que Italia era su aliada, Alemania los invadió. Llegó a Venezuela, como en el 48, con un amigo alemán a quien le decía Tedesco. El fue quien le hizo unos vestidos a América, que decia Mina La Vida, uno era amarillo y el otro rosadito. Era muy delicado y celoso con América, cuando llegaban hombres a la oficina, la mandaba para el cuarto porque la cuidaba mucho. Tedesco en italiano significa alemán, él nos llevaba quesos y anchoas, siempre productos importados. Cecilio Di Baco era su amigo y el dueño del estacionamiento, recuerdo que era tan grande el estacionamiento que había una parte con los puestos de los carros y la otra se alquilaba para el comercio: había ebanistas, tapiceros, latoneros y mecánicos. La sastrería la trabajaba más que todo al principio, me acuerdo que cuando se vino llegó con unos señores que pertenecían a una banda y todos tocaban instrumentos musicales, él tocaba el trompetin, a veces, lo tocaba en la casa, yo tengo ese trompetin guardado todavía. Fue encargado de una pensión, ahí vivíamos y ahí él trabajaba, en ese entonces lo tocaba en la casa. Me acuerdo que me compró una bicicleta y a América le compró un triciclo, me dijo que la podía usar pero tenía que estudiar mucho. A él le gustaba mucho el fútbol, era del Inter de Milán y ver las noticias, porque decía que había que estar informado, veía mucho el programa valores humanos con Arturo Uslar Pietri, el decía que uno no debía ser flojo, que debía ser dinámico, siempre me decía tienes que tener dinamismo. Era muy creyente e iba a la iglesia siempre, a la que está en frente de la plaza Capuchinos. Era alegre y sonriente, a veces, se jugaba con uno”.

 

Roberto Santana: “me acuerdo que le daba la comida a América, a ella no le gustaba la remolacha, ni la vainita, ni la zanahoria, como le gustaba a él comerla, con aceite de oliva, usaba mucho el aceite El Gallo, jugaba con ella diciendo y haciendo como que le iba a pegar entonces ella se asustaba y se lo comía. América y yo agarrábamos los panes redondos, esos panes gallegos, le metíamos la mano y nos comíamos solo la parte de adentro, la masita y lo volvíamos a meter en la bolsa, cuando mi papá iba a comérselo, se conseguía con que el pan no tenía la pulpa y no podía comerlo como le gustaba. Para el desayuno comía pan con huevo sancochado, con vegetales por eso eso es que él era asi como rosado porque el comia mucha remolacha, con té negro del lipton, porque no tomaba café. A veces para el almuerzo agarraba su buen bistec, lo ponía en una parrillita vuelta y vuelta y se lo comía con pan, le gustaba así apenas cocido. América y yo nos las pasábamos juntos en la cartonera y los dueños eran unos señores gallegos, entonces cuando ellos mojaban los cartones, para venderlos a mejor precio, porque así pesaban más entonces, aprovechamos de mojarnos también, cosas de muchachos. Ellos le decían a mi papá, que andábamos brincando por ahí y nos regañaba, nos decía que nos iba a pegar pero nosotros nos quedábamos afuera, hasta que oscurecía y nos decía que entraramos a dormir, al final entrábamos tranquilos, nunca nos pegó a nosotros y a América menos, porque esa era la consentida. Me acuerdo que hacía su trabajo de contabilidad, de un estacionamiento que quedaba donde está Crema Paraíso, ahorita, pasando el puente 9 de diciembre, lo de arreglar pantalones lo hacía más cuando vivíamos en la pensión. Por costumbre en la mañana iba a darle una vuelta al estacionamiento, hablar con el señor Cecilio, el señor Nicola y el señor Alfonso, se ponían a hablar en italiano, cuando estaban juntos nunca te hablaban en español. Recuerdo que el matrimonio entre mi papá y mi mamá era disparejo, América, Joseito y yo fuimos los que más vivimos con él, los demás vivían con mi mamá donde mi abuela en Las Adjuntas. Me acuerdo cuando trajeron a América chiquitica, el era muy cariñoso con ella,  a mi también me abrazaba, no recuerdo muchas cosas que me dijera pero eso sí, si uno quería hacer un barquito cuando llovía, él lo ayudaba a uno a hacer un barquito de papel para lanzarlo por los riachuelos que se formaban en las calle. Tenía un amigo alemán que se vino con él de allá, creo que era Marcos que se llamaba.  Tenía un carro de perros calientes que lo atendía otro señor y dos carros libres, uno lo manejaba un señor negrito que se llamaba Liborio y del otro señor no recuerdo el nombre. Fumaba mucho, con boquilla larga, Marlboro y Viceroy, creo que por eso se enfermó de la garganta y perdió la voz, duró unos 15 días hospitalizado en el Clínico Universitario, al final no podía hablar.  La última vez que lo vi no hablaba y después que regresó fue ya para el velorio. La única vez que recuerdo que fue a Las Adjuntas, bajaron todos nuestros primos, los hijos de mi tía Ana, los de mi tía Mercedes, como Carlitos y Enrique y los hijos de mi tía Niña. No me acuerdo, a qué fue, nos cayó así como de sorpresa porque él nunca iba para allá, siempre estaba aquí en San Juan. Nos llevó jugo de durazno Yukery, porque a nosotros nos gustaba mucho, los que venían en un envase azul, ese era el tradicional jugo Yukery de años atrás. Todos los muchachos salieron a recibirlo, todos nos alegramos, cuando lo recuerdo siento que fue muy divertido y me siento como feliz porque es ese momento de jugar como lo haría uno con su papá pues, a él le gustaba que jugara  a empujarlo, yo me agachaba y hacía que lo empujaba para que caminara como a la altura de sus rodillas ”.

 

Carmen América: “de Nano recuerdo que siempre estaba pendiente de mí , yo dormía con él y a veces me decía con tristeza que un día ya no iba estar, claro yo pequeña ni idea de su preocupación. Siempre me abrazaba. Recuerdo un día que me compró un conjunto verde manzana que me gustaba mucho y unas sandalias con unas florecitas rojas y blancas. Me iba con él, los fines de semana o domingos a una  casa que tenía en La Majada, Las Adjuntas,  que era para descansar.  Él siempre preparaba el desayuno. Era el encargado del estacionamiento San Pedro , el cual era muy grande. Luego del almuerzo siempre hacía una siesta. En las noches cuando había temporada de fútbol veía los partidos en casa con otros italianos y todos gritaban mucho (risas). Cuando compraba la sopa Maggi para hacer  caldo, en la foto de la bolsita aparecía un pollo que se veía muy sabroso y yo pensaba que lo traía entonces le pedía el muslo para mí (risas) Siempre me abrazaba y me hacía cariño, que se preocupaba por mí cuando ya él no estuviera, a mi me hubiese gustado que viviera más años conmigo, con nosotros porque siempre estuvo muy pendiente de mi, de cuidarme y quererme.

 

Rosmery Abigail: “nació en Introdacqua, un lugar en medio de la montaña, pintoresco, floreado y musical. Recibió el nombre del Santo del pueblo y se convirtió en una historia personal cuyo único registro parece estar en la memoria de quienes le conocieron. Salió un día de su país natal con la determinación de cruzar el océano y quién sabe si para ese entonces supo que no volvería a ver las callecitas que le vieron crecer. Quizás su imagen aguarde tímida en alguna fotografía del centro cultural, esperando que la encuentren unos ojos curiosos que busquen completar esa historia previa, eso que entonces fue. Abuelo es una historia fascinante, una persona que he ido descubriendo como por etapas. Durante mi vida, en distintos momentos, he ido recibiendo información de quien era, de cómo era y de lo que vivió; es como si construyeras una figura general, un borrador y, a medida que te vas enterando, vas llenando los detalles. Se vuelve entonces alguien que claramente no conoces pero, que conoces y hubieras querido conocer. Falta información y faltó tiempo, claro. Ni siquiera mamá pudo tenerlo suficiente. Ella siempre lo va a extrañar por lo que tuvo y supongo que, de alguna manera, los nietos siempre lo vamos a extrañar por lo que no tuvimos”.

 

Ana Cecilia: “sinceramente no recuerdo absolutamente nada de mi papá porque era muy pequeña, cuando mi papá murió yo apenas tenía 3 añitos. Lo que mi mamá me cuenta es cuando le agarraba los cigarros de su mesita de noche y que él me decía que se los volviera a poner  ahí. También me cuenta que él siempre me daba frutas para comer, pero esas cosas las sé por mi mamá. Tengo su foto guardada en un lugar especial de mi casa y siempre lo recuerdo con amor”. 

 

Eva Virginia: “no tengo recuerdos con él pero me gustaría dedicarle unas palabras, que sepa que me hubiera gustado haberlo conocido y compartir más con él, en esa etapa de mi niñez y saber qué se sentiría tener un papá, que lo tuve pero no lo pude disfrutar”. 

 

Morella: “era un señor alto, muy alto, muy blanco, usaba lentes, tenía el cabello clarito, casi calvo cuando lo conocí porque ya era bastante mayor. Muy tranquilo, de carácter muy apacible. Regentaba un estacionamiento, allí fue donde lo conocí a él y a todos los muchachos. Me acuerdo mucho de America, Roberto y Joseito el mayor, él tenía un carácter muy parecido al de tu abuelo. Él los amaba a todos pero la consentida era América, le decía Mina, yo pienso que es porque en aquella época había una famosa cantante italiana llamada Mina. Estaba muy preocupado por ella, él tenía creo que era una coloptomía, porque tenía su bolsita de un lado, trabajaba mucho, duro, muy duro, en ese estacionamiento que era muy grande. Se contentaba mucho cuando América pasaba tiempo conmigo, la bañaba, la peinaba, la vestía y la consentía, jugaba mucho con mi hija mayor, es muy cariñosa con los niños. Vivíamos en una casa muy amplia y ella se distraía mucho jugando con mi hija. Siempre me decía que cuando estaba conmigo él estaba tranquilo, porque sabía que estaba cuidada y protegida.  A veces la iba a buscar si yo le decía que estaba, me decía si mejor que se quede ahí con usted. Siempre se preocupaba por todos y por ella. Era un hombre tan bello, tan bueno, tan responsable, tan trabajador, tan decente, tan dedicado a su trabajo y a su familia. Habría estado muy orgulloso de ustedes porque estaba muy preocupado por su familia y quería que se convirtieran en buenas personas, que tuvieran una buena vida y familia. De verdad que el señor Feliciano fue un señor muy querido y muy respetado por todos, porque era muy especial ”. 


Roysbel América: Ante mi interrogante ¿Se podría vivir 116 años? me encontré una noticia: la abuelita más longeva del mundo cumplió el pasado marzo 117 años, lo asumí como una respuesta afirmativa y ojalá hubiese sido posible para ti. Esos 116 años los cumplirías hoy, pero igual quienes te amamos, aún sin conocerte, te celebramos Feliciano, padre y abuelo, añorado y amado. El único abuelo que tuve y no pude disfrutarte. No te vi jamás, ni siquiera mi mamá tuvo el tiempo suficiente, al menos no todo el que se merecían para acompañarse y amarse tal y como corresponde a un padre y una hija, ese bonito amor, de los más mágicos que puede otorgarnos la vida, esa dicha de sentirse amada y protegida, por esa persona que no solamente está programada biológicamente para hacerlo sino que asume su rol con vocación y entrega desde lo más profundo del corazón. Sé que tendrías un cariño especial por mí, al haber sido tu primera nieta, pero no dudo que Rosme sería tu predilecta, igualita como es, a tu Mina amada y preciosa. En mi opinión América y Roberto heredaron tu rostro, él tiene tu misma cara y ella igual, pero en versión femenina. Mi tío Joseíto sin duda heredó tu corazón. Nano intuyo que hubieses querido estar mucho más, para ellos, tus hijos, y para nosotros, tus nietos, por eso hoy mis letras te honran y mi pluma te celebra. Un homenaje que mereces, un ejercicio de amor y gratitud que supone reconocer nuestras raíces y dar honor a quienes nos anteceden, quienes sin duda abren un camino para que nosotros luego lo podamos transitar. De ti, supe que tocabas el cornetín y que fuiste sastre. Por pericias legales no llevamos tus apellidos pero si heredamos tu esencia y convicción. Te agradezco enormemente el haber estado presente en la vida de mi mamá, su relación contigo fue breve pero fuerte, eficiente en amor y seguridad, tanto que la llevó a coincidir con mi papá, de las virtudes que he logrado replicar de ella, agradezco inmensamente saber elegir con sabiduría un buen compañero de vida. Eso te lo agradezco a ti, mucho, según dicen los expertos, para nosotras las mujeres, eso reside mucho en quién fue el padre y por ende el abuelo. Ahora mismo coincido contigo en ser migrante, irme a otras tierras a vivir, como lo hiciste tú, tal vez de ti heredé el espíritu aventurero. Aunque nos mudamos no por meras ganas sino por obligación, termina siendo maravilloso y aleccionador, conservo la esperanza de encontrar el camino de vuelta a nuestra Venezuela, ese camino que tal vez quisiste recorrer de vuelta a tu tierra. 

Que mi abuela me contara que no te dijeron de inmediato cuando tu madre murió me habla de que eras muy sentimental y apegado a tu familia. Que mi tío roberto me diga que te gusta el bistec vuelta y vuelta, casi crudo como a mí. Que mi tío Joseito me dijera que te encantaba ver noticieros y estar informado siempre. En que migré de mi país de origen como tú. Que tus paisanos  te escribieran cartas me da cuenta que eras un gran amigo. En todos esos aspectos me identifico contigo y seguramente en muchos otros que desconozco, gracias por tu herencia de amor. Siempre tuve curiosidad por saber de ti, me habría gustado conocerte, he visto una y otra vez tus fotos y recuerdos que atesora mi tío Joseíto, doy gracias a Dios que en esta oportunidad han coincidido viajes, cartas, fotografías y anécdotas para entenderte y narrarte, para dejar sentado que fuiste y siempre serás EXTRAORDINARIO. Me quedó con tu fuerza y entereza al combatir en la guerra y con tu ternura e inocencia al ayudar a mi tío Roberto a construir barquitos de papel.  Te amo y te celebro porque siempre estás aquí, porque siempre vives en nosotros y muy especialmente en mí.

4 comentarios en “Feliciano: el silencio también habla, la ausencia también es presencia”

  1. Leer esta historia es como revivir los gratos recuerdo de mi infancia al lado de mi amado padre y mis hnos José y Roberto que crecieron conmigo y que disfrutamos por poco tiempo el amor de nuestro Padre y yo , aparte de sentirme amada por mi papa sentirme cuidada por mis hnos
    Son muchas vivencias gratas que recordarlas me deleitan y me hacen sentir hoy el amor de mi padre latente, siempre he tenido la esperanza de que un día lo volveré a ver porque el amor que me brindo solamente puede venir de un corazón en el cual el amor de Dios ha sido derramado
    Gracias Roys por tu esfuerzo y tu tiempo y paciencia , por la dedicación para plasmar esta historia por la cual creo es posible que algún descendiente de mi papá la vea y nos contacte y podamos conocer algún familiar de mi papá que aún esté por allí bendiciones para ti hija

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