Carlos
Manuel es un hombre familiar, de conversa amena, relatos extensos y bromista en
su trato. De tez clara, cabello plateado y acento andino. Nació el 30 de enero
del 63 en La Azulita, estado Mérida. Carlos, nombre propio masculino del
español, de procedencia germana y significación libertaria: “hombre libre”. Mientras
que Manuel es de origen hebreo, procede
de Immanuel, forma grecolatina de ese nominativo que significa «Dios es
con nosotros». Se describe como idealista y alguien que aprende de sus
errores. Es un cristiano ferviente y su mayor lección de vida: haber aprendido
a ser humilde y sencillo. “Antes era más engreído, ahora no, entendí que la
humildad es lo que Dios pide de nosotros, ser mansos de corazón, saber valorar
más a las personas y darle importancia y apoyo a las personas que necesitan, es
algo que he aprendido en esta crisis que tenemos”. Él
mismo cuenta de sus gustos: “Siempre me ha gustado el blanco, será por eso que
soy adeco, el blanco como las mismas nubes siempre me ha gustado mucho. De la
comida me gusta el mojito de pescado con cambures, también unas buenas
caraoticas con un huevito no muy duro encima, quesito a los lados y una arepa
de harina pan, me encanta la arepa de harina pan”. Es padre de 9 hijos para
quienes desea lo mejor, le gustaría que se preparen, dice que como padre
siempre se desea que la descendencia lo superen a uno mismo en todo, que sean
profesionales y sepan defenderse solos en la vida.
Ahora mismo reside en Jají, lugar
que le resulta muy bonito, dice que pese a que no escapa de la compleja
situación actual de Venezuela se puede
vivir bien y agradece a Dios que siempre le provee todo. Asevera que a diario
se esfuerza para que su trabajo salga lo mejor posible. Asegura que en la vida
hay que insistir en las metas que uno se propone para lograr el éxito. Para él,
el éxito no se mide por dinero sino por la familia y los hijos que criaste, es
dejar un legado, también se mide por la capacidad de servir a los demás, como
lo enseñó su mamá que hay que servir a todo el mundo. En su opinión las
riquezas llegan solas cuando uno persiste, se administra bien y cuando es
estable pues la estabilidad es muy importante. Afirma que el éxito fundamental
es ser salvo por Dios, tener paz, tener amor y vivir tranquilos, esa es la
riqueza más grande. Cuando
ya no esté de cuerpo presente entre los suyos le gustaría ser recordado como
cristiano, sencillo, amable, alguien que en vida haya sido bueno con los demás,
humilde, responsable y trabajador.
Recuerdos bonitos si hay bastantes,
responde cuando se le interroga sobre su infancia. “Gracias al Señor hay cosas
buenas para recordar, mi niñez empezó con mucha necesidad, primero en La Azulita y después en Jají, Luego nos
embarcamos a Caracas, eso me trae recuerdos de tía Isabel y tía Ana María quienes
se fueron también buscando nuevos rumbos. En nuestro caso mamá se fue primero
con papá, nos dejó a nosotros en Mérida y atravesamos momentos difíciles y
pobreza, digamos que no son gratos recuerdos pero son recuerdos que están ahí. Llegamos
a Caracas, esa ciudad hermosa, por allá en el año 72 o 73 no recuerdo bien, a
vivir en una barraca que fue el lugar que nos cobijó mucho tiempo, después mamá
se superó y pudimos salir adelante. Gratos recuerdos tengo muchos, con Carlos,
con tía Isabel, Zulay, Tico y Coco, estábamos chamiticos, yo soy mayor que
todos. Ellos nos visitaban cuando vivíamos en Gramoven. Caracas me fue grata a
pesar del mucho trabajo y todos sus rigores. De los recuerdos más gratos que
tengo, está mi amistad con Carlos Alberto, pasamos la niñez, la adolescencia y
parte de la juventud juntos, nos hicimos muy amigos y fuimos compañeros de
todo. Hasta que él se casó y cada uno cogió su rumbo. Recuerdo la iglesia El
Buen Samaritano en la 3ra vuelta de El Atlántico, íbamos de chamos, nos criamos
ahí, el Señor nos rescató y por eso somos buena gente, a pesar de que hacíamos
vida en la calle. Él, Alberto, mi
hermano y yo también bastante que anduvimos en la calle, limpiando zapatos,
vendiendo periódicos, empanadas, pan, ¿qué no hicimos en Caracas nosotros para
ganarnos la vida y para llevarle sustento a nuestras madres? De ese trabajo, él
le llevaba platica a tía Isabel y yo a mamá”.
Piensa que su niñez transcurrió muy
rápido. “Más bien creo que Carlos y yo no tuvimos niñez, no fue de jugar con
amigos, fue de trabajo, fuimos más que hermanos, al final fue grato y Dios nos
ha recompensado todas esas cosas. Carlos y yo, con 12 y 13 años respectivamente,
muchachos pues, limpiábamos zapatos en
el Centro Simón Bolívar que para esa época era muy bonito. Me acuerdo una vez
que Carlos y yo, un día estábamos limpiando zapatos, nos pusimos a hablar de
los problemas que teníamos y decidimos marcharnos de la casa. Teníamos 13 y 14
años, éramos chamos todavía y nos dio mucho sentimiento que mamá y tía eran muy
estrictas, en ese momento llevábamos palo, pero ahora entiendo que gracias a
eso es que somos gente de buena intención y buen corazón, nunca le hicimos daño
a nadie ni agarramos nada que no fuese nuestro. Ahora esos, son gratos
recuerdos de nuestras madres pero esa vez yo estaba tan molesto que le conté a
Carlos que yo tomé la decisión de no volver más a la casa, le dije yo me voy.
En eso Carlos me dice que nos vayamos a Mérida, yo le dije me parece buena idea
y empezamos a planificar cómo nos íbamos”.
Relata entusiasta aquella aventura adolescente
con su primo y amigo de infancia. “Un expreso directo no nos iba a llevar
porque éramos menores de edad y no teníamos permiso de viaje, así que lo mejor
era irnos hasta Valencia y llegar donde los tíos, de ahí si seguíamos en escala
hasta Mérida. Nos fuimos así sin plata dijimos que cualquier cosa pedíamos y
salimos del Nuevo Circo. Llegando a Maracay el autobús se coleó y chocó con una
gandola, estábamos nerviosos y pensamos que nos había pasado eso por nuestra
desobediencia, pero igual seguimos hasta Valencia. Llegamos como a las 5 de la
tarde creo yo, buscamos un carro hasta Nagunagua y caminamos hasta donde el tío
Edecio, él estaba preparando unos pollos me acuerdo. Cuando llegamos nos
preguntó bueno y ustedes ¿qué hacen aquí? ¿Cómo están Isabel y Arminda?
Nosotros le dijimos que andábamos visitándolo, no que andábamos escapados e
íbamos para Mérida. Esa noche dormimos allá y él nos regalos 1 o 2 bolívares no
recuerdo exactamente cuánto, dijimos con eso seguimos hasta Tinaco-Tinaquillo. Al
otro día, fuimos directo a San Carlos, de ahí agarramos hasta Acarigua, pasamos
todo el día viajando, imagínate tú esa loquera con ese montón de autobuses
haciendo escalas. A Guanare me acuerdo que nos fuimos en un Expreso Bonanza,
eran como las 5 de la tarde. De ahí pensamos ir hasta Barinas, teníamos única y
exclusivamente la platica para llegar hasta Barinas. Conocimos a un muchacho
que era de Biscocuy y nos estaba dando casquillo para que nos fuéramos para
allá, pero no conocíamos y dijimos que mejor seguíamos para Mérida. Andábamos sin
comer nada, eso era pura carretera, no había autopista en ese entonces”.
“Estaba lloviendo y eran como las 11
o 12 de la noche cuando llegamos a Barinas. Yo le dije vámonos pa´la redoma a
pedir cola por allá o si no, nos quedamos por ahí, nos sentamos a esperar que
amanezca. Carlos siempre fue más extrovertido y se relacionaba más con la gente,
en eso pasó un taxista y él sacó la mano para pedirle la cola pero el señor
pensaba que era para una carrera, así que habló explicándole al chofer que
veníamos de Caracas y queríamos ir pa´Mérida. Carlos era el que más hablaba, yo
lo que hacía era escuchar porque yo era de muy pocas palabras. El taxista nos
dijo: yo lo más que puedo hacer es llevarlos para Barinitas, hasta ahí llego
yo, entonces nos dejó ahí en una bomba. Dos chamos solos, andábamos sin maleta
ni nada y sin comer nada en todo el día. Le digo yo a Carlos aquí llegan los
expresos y a alguien le pedimos la cola, pero en nuestra muchachada pensábamos
que era cerca para ir a Mérida y dijimos que cualquier cosa nos íbamos a pie,
imagínate tú. A esa hora ya teníamos mucha hambre y mucho sueño, le digo a
Carlos que vaya a pedir algo para comer, una arepita o algo. En eso llegó el
Expreso Alianza, que en ese tiempo existían Expresos Occidente y Expresos
Mérida, pero el Alianza era el más emblemático para Mérida, era un autobús de
Mercedes Benz, me acuerdo que 0302 era la numeración del modelo. Carlos habló
con el chofer que teníamos que llegar a Mérida pero el tipo le dijo yo voy
full, no los puedo llevar, se fue ese expreso y nosotros con esa tristeza de
pensar que nos tocaría amanecer ahí. Igual seguíamos pensando que eso era
cerquita y mañana nos podríamos ir caminando pero de día. En eso llegó un
Malibú de 2 puertas, era beige con rojo, el chofer andaba con la señora y 2
niños, Carlos le dijo que necesitábamos ir a Mérida a Los Chorros, que
necesitábamos llegar y ni habíamos comido. Le explicó todo, Carlos tenía mucha
labia y todavía la tiene, antes y ahora convencía. Cuando le dijo que sí me
volvió el alma al cuerpo, estábamos desesperados por llegar, ya 2 días en
carretera y no habíamos comido nada”.
“Yo sé que yo me quedé dormido y
Carlos siguió todo el camino hablando con el señor, cuando me desperté ya estábamos
en la entrada de Los Chorros, eran como las 5:30 de la mañana. Nos quedamos ahí
y nos fuimos a pata pa´rriba pa´donde la abuela. Cuando llegamos a la entrada
estaba cerrada, no sabíamos cómo hacer, era muy de mañana, porque no queríamos llamar a la abuela, pensábamos
que ya mamá o la tía Isabel habían llamado para decirle que nosotros estábamos escapados.
Entonces nos montamos por la reja y nos escondimos en un bañito que había
afuera, recuerdo que había un frío de espanto y brinco, entonces nos acercamos
a la puerta principal y vimos que estaba abierta, dijimos vamos a meternos y
nos quedamos quieticos ahí en los muebles, cosas de muchachos pues, recuerdo
que Carlos se metió al baño y yo a un cuartico que estaba por la cocina, resulta
que entró el tío Ricardo, que no sabíamos que estaba ahí y me agarró por el
cuello pensando que era un ladrón y nosotros gritándole, no somos nosotros
Carlos Manuel y Carlos Alberto (risas). Así fue que me soltó y nos dice
muchachos que hacen ustedes aquí pero ya mi tía Isabel había llamado a decir
que nosotros estábamos escapados”.
“Así llegamos a Mérida, todos
golpeados y muertos de hambre, nos hicieron arepitas, y nos estuvimos un día,
al siguiente mi tío nos agarró a la abuela y a nosotros y nos trajo para Jají.
Nos recibió el abuelo y le echamos el cuento, el abuelo nos dijo yo los puedo
recibir pero aquí hay mucho trabajo y es echando escardilla, hay que trabajar
para ganarse la vida, yo dije yo mismo soy y Carlos Alberto también. Como
andábamos juntos los dos siempre, decidimos quedarnos en Jají. Llegó el lunes
de mañanita y nos fuimos a trabajar en las limpias de la finca, transcurrió esa
semana de trabajo y Carlos se aburrió, estaba muy acostumbrado a Caracas, dijo
yo no aguanto esta mecha, yo me voy ¿usted se va conmigo? le dije no, yo si me
quedó. El abuelo le compró los pasajes, le sacó el permiso y se fue y yo me
quedé en Jají, pasó una semana y empezó el aburrimiento y dije se fue Carlos y
ahora yo solo aquí. Me quedé aguantando el mecho esas vacaciones, pero después
me quería ir a Caracas, pero el abuelo me dijo que me quedara y estudiara, así
que me fui a Caracas a buscar los papeles y me regresé a estudiar. Después de
estar estudiando, pasó ese año y Carlos vino en diciembre y me decía que me
fuera con él para Caracas pero nada yo me quedé. El hecho del caso es que después
me pegué una soberana aburrida porque me hizo falta la amistad de Carlos, la
gente de Caracas, Yeli y América, toda esa gente me hacía falta”.
“Siempre andábamos juntos Carlos y
yo por ahí, en vez de irme para la casa me iba a dormir para donde tía Isabel,
ella era muy amorosa con los sobrinos, en el caso mío pues. Nos agarraba la 1
de la mañana hablando con tía Isabel hasta que nos corría porque ella tenía que
trabajar temprano y nosotros nos parábamos a las 10 para ir a limpiar zapatos,
bueno cuando nos estábamos en clases, estábamos de vacaciones pues. Carlos
siempre fue más idealista yo era muy antiparabólico, nuestra niñez de trabajo
dejó buenos recuerdos, nos escapábamos para la piscina, a veces para la playa,
hubo muchas cosas que disfrutábamos. Doy gracias a Dios de que a pesar de que
fuimos casi que criados en la calle porque siempre nos la pasábamos trabajando,
comíamos en la calle y a veces solo llegábamos a dormir, el Señor siempre
anduvo con nosotros, nos ayudó y nos rescató. Uno de los recuerdos más bonitos
fue cuando llegamos a la iglesia El Buen Samaritano, en la tercera vuelta de El
Atlántico, era pastor el hermano Humberto Ramírez. Cesar y la hermana
Burguillos, Isabelita, la mamá de Yeli, también la hermana Ovidia, nos
recibieron y nos ayudaban mucho. Recuerdo mucho esos momentos bonitos cuando
chamos. Después me acuerdo cuando llegó América, era blanquita y flaquita, muy
bonita ella. Ella y Yeli fueron mis mejores amigas, las dos, después Carlos se
enamoró de ella, se hicieron novios y tuvieron ese noviazgo emblemático, ese lo
viví yo, Carlos muy enamorado de ella y siempre lo escuchaba y lo aconsejaba”.
“Lo primero que hice al llegar fue
buscar a Carlos. No estudiamos más, dijimos que nos íbamos a dedicar a predicar
la palabra. Nos fuimos a Guárico los 2, yo me quedé un tiempo, después él me
fue a buscar con el hermano Cesar Burguillos. Cuando el pastor era el hermano
Gil nos mandó a predicar y ayudar a la obra en Calabozo, pasamos muchas cosas
hasta nos detuvieron en una alcabala de la recluta. Nos dijeron bájense del
autobús, ustedes están reclutados y van para el cuartel. Después nos llevaron
para el conscripto de San Juan de los Morros, nos vistieron de verde, éramos
flaquitos, esa foto la tiene Carlos. Nos hicieron los exámenes para irnos a la
Guardia de Honor, nos hicieron las preguntas de rigor, teníamos 3er año que en
esa época era bastante, me acuerdo que pasaron 8 días y nos mandaron para
Caracas en el expreso, bonito el autobús de la Guardia de Honor y así llegamos a
Miraflores, él para un pelotón y yo para otro, pero “pegaitos” los 2, nos
pusieron a dormir juntos porque éramos los hermanos Vielma. A Carlos le
pusieron Carlos Chaplin y a mí no me acuerdo bien cómo fue que me puso un sargento
para no confundirse pues teníamos mismo nombre y apellido. Yo era muy carrero y
Carlos era muy estricto, nos llamaron para la broma social porque éramos sostén
de hogar. Nos preguntaron si queríamos seguir o salir, Carlos ya se iba, estaba
llamando a tía Isabel, y yo dándole casquillo para que no se saliera, a lo
último Carlos me paró y dijo que iba a pagar el servicio también. Él se quedó
en Miraflores y yo me fui a La Casona, así transcurrieron esos15 meses, siempre
nos veíamos, íbamos al culto, él era novio de América, él estaba súper
enamorado de América y yo no tenía novia, fueron recuerdos muy bonitos, éramos
jóvenes, con 18 y 19 años. Recién salidos del cuartel nos fuimos para un parque
de diversiones, pasamos tiempo juntos tanto en la iglesia como fuera de ella”.
Carlos Manuel asume como una de sus
virtudes el disfrutar en este momento de una familia hermosa. “Tener a todos
mis hijos, yo tengo 9 hijos y de los 9 a todos los amo, claro he dedicado más
tiempo a las que estoy criando ahorita, estamos más cerca y me he ausentado
menos. Los efectos positivos en mi vida de Dios es el amor que me ha dado por
mis hijos y hacia mis seres queridos, al igual que a mi madre que fue un amor
con nosotros. También a Noira que es mi amor y mi brazo derecho. Mis hijos han
llenado bastante mi vida, lo que más deseo para ellos es que sigan los caminos
del Señor, aquí no vale más nada sino seguir los caminos de Dios y buscar su
voluntad, yo espero que les vaya bien que consigan su ayuda idónea, que tengan
un yugo igual y no desigual, es mi deseo y creo que el Señor honra a sus hijos
y Él lo va a hacer. La familia para mí es muy importante y llamo familia no
solo a mis hermanos y mi madre, sino a mis primos y a toda mi familia, amo a
toda mi familia, hemos convivido en buenos momentos y me llena de alegría
verlos cada día que el Señor nos da”.
Asegura que sus mejores recuerdos son de su
vida cristiana. “Los más bonitos siempre son caminando con el Señor y no del
tiempo que no caminaba con él. Ahora tengo una vida en el Señor, es diferente a
la que tenía antes, tengo 4 años nuevamente en sus caminos, me siento bastante
contento, tengo una nueva vida en él y me siento bastante animoso deseo que mis
hijos puedan buscar también la voluntad de Dios, bello es que nuestros hijos estén en el Señor,
eso es lo más bonito y que nuestra vidas estén alineadas con él. Así podemos
estar seguros en nuestro corazón que cuando el Señor venga seremos levantados
con él, para eso se requiere vivir bajo su voluntad. Sé que la salvación es
algo personal, yo decidí eso pero sé que mis hijos tomaran su propia decisión
en su momento de buscar a Dios, es mi deseo y yo sé que Dios nos va a honrar
con eso”.
Le pido se describa a sí mismo y
contesta que es difícil autocalificarse. “No digo que sea de 20 puntos porque
uno tiene que ser muy modesto cuando se habla y cuando se dice a sí mismo. Creo
que soy algo idealista, me gustan los ideales, no me gusta equivocarme mucho,
si cometo un error una vez no quiero volver a repetir la equivocación. También
soy alguien que luchó y lucha por sus seres queridos, me caracterizo por amar a
mi familia, a mi madre que fue como un padre para mí aunque mi padre fue bueno
también, no fue tan malo, también lo quise mucho, pero el caso de mi mamá es
especial. Yo he amado mucho a mi familia, me sacrifiqué mucho, yo lo puedo
decir y no sé si se podrá entender pero casi que fui un padre para mis
hermanos, era una situación bastante difícil la que pasamos en ese tiempo y me
dediqué a ellos. Ahora me dedico a mi pequeña familia que tengo aquí en Jají,
Carley, Carleany y Corina, mis otros hijos ya son hombres y mujeres, yo ya tengo
nietos. A estas 3 quiero guiarlas bien hasta su mayoría de edad. Con respecto a
mi hogar somos una familia de 6, mis 3 hijas, Noira, mi esposa y Maida, mi
cuñada y yo. Somos 6, hemos pasado momentos difíciles, hemos convivido, en
altos y bajos, todas ellas, mi suegra y mi suegro, son bastantes importantes en
mi vida. Así como lo son mis tíos Ricardo, Elodia, Carmen y Consuelo, personas
que han marcado mi vida y son muy especiales. Carlos y América y sus hijas,
tía, Isabel y Zulay, yo considero a los hijos de tía Isabel como mis hermanos,
porque fuimos todos criados ahí y ella fue como una madre para nosotros también”.
Sus
hijas y esposa se expresan de Carlos Manuel con amor:
Carley:
lo describo cómo una persona luchadora,
trabajadora y de muy buenos sentimientos. Es muy respetuoso, honesto y nunca le
ha quitado nada a nadie. Para resumir es un hombre que tiene muchas virtudes. Cuando
estaba pequeña viajamos mucho, visitamos muchas playas, recuerdo un viaje en
que fuimos a la playa con mi hermana Eskarly, ese día disfrutamos mucho. Un muy
bonito recuerdo fue cuando me compró mi primera bicicleta, él me enseñó a
manejarla fue en un pueblo muy bonito llamado La Azulita. Mis sentimientos
hacia él son muy especiales, lo amo tanto que no sé cómo describir lo que
siento por él, todo se lo debo a él. Le doy gracias a Dios porque me premió con
el mejor padre, es un gran maestro para mí, un buen amigo y consejero, siempre
dedicado a su hogar. Es muy amoroso, siempre trata de darnos lo mejor, siempre se
preocupa por nosotros, es un buen padre, es demasiado. Es también muy regañón,
eso es habitual en todo padre porque a veces lo sacamos de quicios, es muy
celoso también y muy sobreprotector con nosotras. Mi relación con él es genial,
A veces nos entendemos y a veces no, a veces peleo con él porque no me gusta
cómo me regaña, pero nos llevamos bien, lo amo y él es mi todo, sin él no
existiría en este mundo. Nos sabe corregir y quiere que logremos ser alguien
bueno en un futuro. Nos
defiende demasiado para que mi mamá no nos eche cuero (risas). En la familia
somos muy unidos, es la cabeza de la familia y ha luchado mucho para sacarnos
adelante.
Carliany:
describo a mi papi único, especial, bello, buen cocinero, me sabe corregir, y es
el mejor mi papi. Me acuerdo una vez que el me sentó en sus piernas y me enseñó
a manejar un Optra que tenía, fue una muy bella experiencia. Aquella vez cuando
fuimos a la playa, mi papi me enterró en la arena y nos reíamos mucho juntos,
también me estaba enseñando a nadar pero yo tenía mucho miedo y él me decía:
tranquila que yo no te voy a soltar, papi te cuida siempre. Mi sentimiento por él
es que lo amo con todas mis fuerzas y quiero que siempre esté a mi lado.
Noira: mi
amado es la persona más humilde y sincera que conozco. Es un hombre con grandes
cualidades, es muy buen consejero y muy dedicado a su hogar. Durante estos 19
años que llevamos juntos hemos sido el uno para el otro, mi brazo derecho diría
él. Lo conocí un 26 de enero del año 2002 está fecha es mi mayor recuerdo, otro
recuerdo que tengo junto a él fue cuando hicimos un tour finalizando en Coro fueron
los mejores momentos de nuestra vida. Cuando nació mi princesa Carley, un 17 de
julio del 2006 Carlos no estuvo presente porque se encontraba en Caucagua pero
a los 4 días llegó, paró su camioneta al frente de mi casa con su radio a todo
volumen dedicando una canción a su bebé: mi niña bonita de Vicente Fernández la repetía y la repetía mil veces,
yo creo que no le cabía tanta emoción en
su corazón por su pequeña, tanto así que salimos, estaba tan orgulloso de su
niña que quería que todo el mundo se la conociera. Fueron tantos recuerdos bonitos de ese día y de todo lo que hemos
vivido que me llevaría mucho tiempo contarlos. El conocerlo ha sido uno de mis
mayores satisfacciones, he aprendido tanto de él, me enseñó que el miedo es la
discapacidad más grande de todas, agradezco a Dios por tenerlo en mi vida. Me
encanta esa manera en que me hace sentir especial, me encanta porque es más de
lo que pensé tener en mi vida, me gusta su tiempo, su honestidad, su lealtad y
su esfuerzo para que seamos felices. Me enamoré de él y lo he
elegido para que estemos juntos
hasta la llegada de nuestro señor Jesucristo.
Es primo hermano de mi padre, su amigo
de toda la vida, para mí siempre ha sido un tío. Tiene el mismo nombre que mi
papá y Dios sabe que me encanta ese nombre. Carlos para mí representa fuerza,
valor, caballerosidad, amor, compromiso y muchas cosas que no sabría poner en
palabras. A mi tío lo he visto desde niña con ojos de cariño, es mutua la
complicidad, siempre me resulta ameno su tono andino y pícaro al hablar, me da
risa como le gusta cuquear a mi papá y me conmueve lo buenos amigos que han
sido durante toda su vida. Siempre me habla con amor y me demuestra su afecto.
A mi tío lo vi evolucionar y cambiar su vida, me da la sensación de que su
historia de vida es una muestra de que podemos transformarnos y ser mejores cada
día. Me hace feliz verlo caminando de la mano con Dios. Es un hombre valiente,
dedicado y trabajador, me habla del Señor, me enorgullece saberlo en sus
caminos, que me aconseje y me refiera la biblia, me llena el corazón de amor.
Esta historia era inevitable en el elenco de Extraordinario Soy, es mi tío sin
duda de los referentes más importantes de mi vida. Tal vez se apresuró un
poquito por la solicitud de mi amada Carley, una de sus hijas, me pidió si era
posible publicarla para su cumpleaños, esa era la idea, pero entre fallas
técnicas y ciertas ocupaciones de estos días, no fue posible pero aquí está,
lista para leer y va con todo mi cariño. Como le dije a ellos, su amor me
recuerda al que le profeso a mi padre y me inunda el corazón. A ella le agradezco
inmensamente su intención y a mi tío por todas las historias, especialmente las
que involucran a mi papá, han sido agradable a mis oídos y a mi corazón. Tío te
amo y agradezco a Dios por tu existencia. ¡Larga vida y salud para ti!