Humberto: vivir es algo chévere, con todo lo malo y las cosas que a veces pasan, la vida es lo mejor que uno puede tener

        Humberto tiene un solo nombre, así lo refleja su partida de nacimiento y su cedula de identidad sin embargo su mamá le dijo que su nombre completo era Humberto Francisco, así justamente recuerda que firmó de su puño y letra, aquella primera vez que acudió a cedularse. Nació el 16 de septiembre de 1966, en la Maternidad Concepción Palacios, eran las 2 de la tarde, cuenta. Humberto es un nominal varonil de origen alemán procedente de hun-berth: que se traduce como brillante e ilustre. Humberto significa “fuerte como un oso” o “el que brilla como un oso” se piensa que los pueblos germanos simbolizaban al oso como un ejemplo de fuerza, entonces nombraban así a sus varones para designarles fortaleza. Humberto, es el menor de los varones de Úrsula, razón por la que su mamá y hermanos lo bautizaron “Papito”, apodo por el cual lo refieren la mayoría de sus amigos y vecinos de Artigas. Es el único magallanero en un familión de caraquistas, eso siempre ha ocasionado que lo vacilen, típico del venezolano, y no encuentre apoyo familiar al respecto, él se defiende alegando que los magallaneros nacen, no se hacen. Papito suele repetir  sus ideas cuando se comunica, como queriendo enfatizarlas. Como persona tiene virtudes y ha vivido cosas difíciles, esas que tal vez pudo hacer mejor, pero con eso cargamos todos, bien dijo Jesús: quien esté libre de pecado que tire la primera piedra. Hace una semana cumplió 54 años y este resumen pretende dar cuenta del camino que atrás ha dejado y el que le falta por andar.

Sentencia que lo que más le gusta es comer. “Me gusta comer bueno, comer carnes y pastas, en salsa roja, no blanca. Me gusta el cochino, el pollo y la carne de res, el pescado no tanto”. Agrega que le gusta trabajar “debe ser porque desde pequeño me ha tocado trabajar y ya me he acostumbrado a eso, no me gusta andar limpio, me gusta tener dinero, si necesito o quiero comprarme algo, siempre me ha gustado trabajar para tenerlo.” Su deporte preferido es el béisbol y sigue a los Navegantes del Magallanes, es el único en su familia. También le gusta el futbol, practicó futbol y béisbol en el YMCA y en las canchas del San Ignacio de Loyola en las Mercedes. “El almuerzo era de 1 a 3 y aprovechábamos de irnos a jugar futbol a las canchas de ese colegio”. Su color predilecto es el amarillo y le agrada la música llanera. Sus números favoritos son 14, 15 y 16 por el cumpleaños de sus hijos y es de él mismo, “el 14 nació Jholmar, el 15 Agsareb y el 16 yo”. Dice que no es de ver muchas películas, pero justamente en estos días vio una que le gustó se llama Cuartos de Guerra. Le gusta viajar, “Acá en Venezuela he viajado a algunos estados, una vez que trabajé con un señor vendiendo productos Mistolin, viajé con un señor a Barquisimeto, San Cristóbal, llegamos hasta Cúcuta, me gustó viajar porque uno va conociendo, ve los paisajes y eso es bonito”.

            De pequeño se acuerda cuando vivió en Las Adjuntas, en una casita que tenía su mamá allá, cerca de la de su abuela. Vivían en Keneddy y su tía Niña, como apodaban a Daria, hermana de su mamá, lo llevaba a la escuela. Se acuerda que le ponía su camisita roja para ir al preescolar y le daba una arepita frita con queso para desayunar. Humberto comenzó a cursar 1er grado a los 10 años y salió de 6to grado con 16, en ese entonces sus padres vivían en diferentes casas, eran otros tiempos señala él mismo. Luego su padre fallece y hubo ciertas complicaciones, de manera que se demoró un poco su periodo de escolarización, lo bueno fue que pudo estudiar y asegura que siempre ha estado dispuesto a aprender cosas nuevas. “De niño jugaba metras, volaba papagayos, bailaba el trompo y jugaba cero contra por cero, todos esos juegos. De niño quería ser militar, y bueno fui militar al menos un tiempo. Me gustaba era jugar y estudiar, eso es lo mejor de ser niños, los juegos”.

            Recuerda que su papá murió cuando tenía 10 años, falleció en el Hospital Clínico Universitario y lo velaron en la funeraria La Voluntad de Dios, una que está por ahí por el peaje finalizando la Av. Victoria. Para él, es lo más triste que ha pasado y la pérdida más significativa de su vida. Narra que no lo enterraron sino que lo ingresaron en un columbario, rememora claramente cuando insertaron la urna en el nicho de aquel muro blanco. No recuerda bien que sintió en ese momento, era muy pequeño pero sí, que a él lo tuvieron que cargar para poder contemplar por vez última a su padre que yacía tras el cristal de la urna. “Mi papá era un señor alto, calvo y tenía 4 pelitos en la cabeza pero igual se los peinaba (risas). Roberto, mi hermano, tiene cierto parecido a mi papá. No mantengo muchos recuerdos porque vivía más que todo con mi mamá. Aunque hubo un tiempo que vivimos con mi papá en San Juan. Me acuerdo un día que estaba jugando con mis  hermanos, América y Roberto, y una moto me llevó por delante, todavía tengo ese chichón en la cabeza (risas). Él era contable, una vez vinimos a una oficina donde trabajó, por el puente 9 de diciembre, me acuerdo que andaba con él y con Joseíto. Él tenía  una camioneta, creo que es una pick-up del 58 y era grande. Le gustaba comer el bistec de pulpa negra, no me acuerdo mucho más.”

            De niño conserva y aprecia que su mamá era muy cuidadosa con él. “Era cuidadora de todos, pero después de grandecitos y hasta la fecha de hoy, el consentido de mi mamá soy yo, cree que soy un niño todavía (risas). En estos días que cumplí años me regaló un cambur titiaro, esos son chiquititos, pero el que me dio era mucho más pequeño de lo normal, me lo dio y se echó a reír. A mí me gustó. Un regalo de parte de mi mamá, para mí es lo mejor. Siempre está pendiente de mí, como yo he sido el más tremendo en la casa, ella siempre ha estado muy pendiente de mí. Mi mamá me enseñó muchas cosas, a respetar a los mayores, que cuando vaya a una casa ajena no debía tocar ni una aguja sin permiso. Siempre me dice que busque de Dios, que ore, que todos los días antes de salir a la callé lea la biblia y oré el padre nuestro. Por ella siento mucho amor, yo amo a mi mamá, es lo más lindo, doy gracias a Dios que todavía la tengo y le pido que me le de mucha salud y larga vida”.

            Repasa vivencias con sus hermanos. “Recuerdo que me la pasaba con América pa´arriba y pa´bajo, a ella siempre la mandaban a hacer los mandados y yo me iba con ella. A Eva, cuando yo trabajaba en los mercados, me la llevaba para que me ayudara, de mis hermanas, ella siempre iba conmigo. Nena una vez hace años que unos muchachos se estaban metiendo conmigo, salió a defenderme, les armó su lio, me defendió y eso que yo soy mayor que ella. Con Ana siempre he vivido, en El Valle y en Los Eucaliptos, siempre me ha dicho que donde ella esté yo siempre voy a tener una parte a donde llegar. Margarita, tú la conoces, ella siempre pelea con todos (risas) yo siempre busco de que no se metan con ella y la defiendo porque es mi hermana. Daniel siempre conmigo ha sido muy compañero, si veía que tenía los zapatos rotos me regalaba unos nuevos, también camisas y pantalones, siempre me ha dicho que me quiere mucho. Roberto y Joseito se molestaban por mi conducta, no me decían nada a mí pero le decían a mi mamá, cuando yo me portaba mal. Hoy en día nos llevamos bien como mis hermanos que son. El día de mi cumpleaños, estuvieron casi todos conmigo. Por todos siento mucho aprecio, los quiero, a mí me encantan mis hermanos, doy gracias a Dios que todos están vivos, y le pido que les de mucha vida y salud”.

            A los 17 años Humberto incursionó en el mundo laboral y comenzó a ser carnicero, labor que lo ha ocupado mayormente hasta estos días. “Mi primo Santo me llevó al frigorífico Pida Carne que quedaba en Las Mercedes, entré como personal de mantenimiento, también le llevaba las bolsas a los clientes hasta el carro y como ahí salían también bastantes pedidos a domicilio, yo los hacía y me daban propinas. Veía cómo trabajaban los muchachos en la carnicería, cómo preparaban las carnes y picaban los pollos. Los sábados cuando ellos cobraban, notaba que ganaban más que yo, entonces quería aprender y ganar más, fui viendo como lo hacían y aprendiendo cada día más. El dueño era Antonio Casali, hablé con él, le dije que estaba aprendiendo y quería hacer más cosas en la carnicería, empecé a ganar un poco más pero todavía no era el sueldo de un carnicero. Seguí adelante, eran clientes exigentes y yo cada vez me fui preparando más hasta que me sentí capacitado para atender mejor al público. Después mi primo Santo pasó como encargado a otro frigorífico en Santa Paula, y yo me fui con él, pero allá necesitaban era un deshuesador, yo había aprendido más que todo a sacar cortes y atender al público, pero igual dije que si podía. Santo me ayudó mucho, me enseñó a deshuesar, al principio era complicado pero yo me pulí y aprendí a deshuesar muy bien.  Las veces que había muchos clientes me llamaban para adelante a atender también, siento que ahí me volví un carnicero integral, sabía de todo ya. Después retorné a donde el señor Antonio que me ofreció regresar, allí iba a ganar más y acepté”.

            Cuando cumplió 18 se fue para el cuartel, a prestar servicio militar, lo que había querido desde niño. “Un lunes que fui a trabajar, iba en la camioneta, cuando paso por Plaza Miranda, veo un camión de esos que reclutaban para el cuartel, me bajé y pregunté porque yo quería prestar el servicio militar. Se supone que iba a trabajar pero me quedé y me enlisté. Me fue bien, me llevaron a Fuerte Tiuna, pasamos allí unos días y de ahí me trasladaron a San Juan de los Morros, al fuerte Conopoima. Ahí estuve 3 meses hasta que me juramentaron, después regresamos a Caracas a la Escuela de Equitación Negro Primero. Me gustó, yo entré en Abril del 85, cuando eso estaba Lusinchi, eran 18 meses que debía pero como venían las elecciones, estuvimos 15 meses nada más. Yo hubiese querido seguir ahí, pero con eso de las elecciones salí, como no ascendí luego no continué, volví a trabajar en el frigorífico con el Sr. Antonio. Aprendí a montar caballo, fuimos a desfilar una vez en Los Próceres, fuimos vestidos de los guerreros de Páez. Me enseñaron a tener responsabilidad, a ser una persona responsable, me gustó haber estado en el ejército”.

            Retorna a la carnicería, hoy por hoy tiene 37 años ejerciéndolo. “Es un trabajo duro, no es fácil, pero tiene que gustarte para hacerlo. A veces sales reventado, llegan muchas reses y tienes que deshuesar 3 o 4 reses al día. También es difícil el trabajo con el público. Te consigues con gente exigente, para atender a la gente tienes que ser paciente, ya ahora sé cómo actuar con ellos, no es que les voy a salir con una patada, busco de responderles bien y entender lo que están pidiendo. Siempre me ha gustado mi trabajo, he sido responsable siempre gracias a Dios. Cuando comienzo en una carnicería nueva, llego y veo la cava llena de reses, me llama la atención y me gusta, siento que este es mi trabajo. Yo también he trabajado como vigilante, pero a mí me parece que eso es para flojos (risas) de verdad que estaba ahí puro sentado viendo una pantalla o viendo televisión, me aburrí y dije esto no es para mí, solo duré dos meses. En cambio cuando entro a una cava, siento el frío y veo todas las reses que debo procesar me siento bien y digo esto si es para mí. Me gusta mucho mi trabajo y siempre trato de hacerlo bien”.

            Humberto tiene dos hijos, Jholmar de 29 años y Agsareb de 17, por el mayor ya es abuelo, cuenta su experiencia paternal. “Para mí ser papá es algo muy lindo, no he sido el mejor papá pero amo a mis hijos, con todos los errores que he cometido, los quiero y deseo lo mejor para ellos. Cuando Jholmar nació fue en Coro, así que cuando lo conocí ya tenía como 2 semanas de nacido, lo trajeron para Caracas y ese fue un momento muy feliz para mí. Jholmar es como es y yo lo quiero mucho, siempre hablo con él, me ha dado 4 nietos, me puso viejo rápido (risas). Ser abuelo es lo mejor que hay, yo he tenido a Génesis viviendo conmigo, porque estudiaba en una escuela cerca, ella es muy linda y la quiero mucho. A todos los quiero mucho, cuando cumplí años, me llamaron, me piden la bendición, me dicen que me quieren mucho. Cada vez que voy y los visito, apenas me ven, corren y me abrazan y eso me llega al corazón. Agasareb, es mi hija más pequeña, es lo más lindo que tengo, vivo con ella y nos llevamos muy bien. Le digo que tenga mucho cuidado, le doy su libertad pero le digo que piense en su futuro, está en sus manos y le digo que está en el mejor momento para seguir adelante, que piense bien las cosas y que todo lo que le aconsejo o la regaño es por su bien. No le llamo la atención porque soy malo sino porque la quiero, es mi hija, yo la amo y quiero lo mejor para ella. Ya se graduó de bachiller y va a empezar a estudiar Derecho en la universidad. Mis hijos y nietos son el regalo más lindo que Dios me ha dado, me llenan de alegría”.

            Con Ingrid tiene unos 20 años de historia de amor. “Ella es muy buena gente y muy chévere.  A veces como toda relación, hemos tenido momentos difíciles. Todos tenemos cosas buenas y cosas malas, yo tengo mis locuras, pero uno tiene que quererse y aceptarse cada uno cómo es, porque si no es muy difícil entenderse. Siempre nos aferramos a Dios, ahorita los viernes va a un pastor a la casa y nos hace una célula, buscamos de Dios lo más que podemos porque con Dios todo y sin él nada, viviríamos en una eterna pelea. Por ella siento amor, yo quiero a mi negra, ella me ha soportado y cuando no estoy con ella me hace mucha falta”.

Ingrid expresa su percepción de Humberto: “como compañero de vida ha sido muy particular, es cascarrabias, come mucho, habla demasiado y muchas veces es insoportable, pero hay algo demasiado bueno y es que amamos al mismo Dios, eso  hace que todo sea perfecto. Además, es trabajador, sublime, empático, humilde y demasiado loco. Algo sorprendente es que es un desordenado, psicológicamente sin metas fijas, parece un niño desorientado y por esta razón lo regaño mucho, pero es por su propio bien, es como tratando de llevarlo, que se mantenga por un buen camino, hoy más que nunca necesitamos ciudadanos con voluntad de acero”.

Agsareb por su parte, manifiesta como concibe a su padre. “Cuando era chiquita no siempre estuvo pero en los momentos que estuvo fue un buen padre y ahora que soy grande también se ha comportado como tal. Es un poquito mano dura, pero de verdad lo quiero mucho aunque a veces no se lo demuestre, al igual sé que él también me quiere a mí, aunque me regañé mucho, son cosas de cosas y es parte del proceso, como dice mi mamá.  Algo que lo caracteriza es que siempre grita mucho cuando habla, cuando me regaña y habla rápido porque está molesto, se le traba la lengua y eso a veces me da mucha risa. Lo amo y lo respeto, él lo sabe”.

            Como cualquier ser humano ha tenido desaciertos.  “Yo he vivido cosas malas, he caído preso,  estuve en El Rodeo 15 meses por una pelea con un vigilante, me denunciaron y me llevaron preso. Pero gracias a la misericordia de Dios pude salir, eso es un infierno, pero Dios es tan grande que me permitió estar en el sector de la iglesia y allá trabajaba, vendía café y empanadas, con eso mandaba el dinero para que me compraran las cosas aquí y me las llevaran para allá. Mi mamá siempre pendiente de mí, me iba a visitar y me ayudaba en todo. Yo tenía una abogada pública, pero la vi como una sola vez en 12 meses. Cuando yo tenía como 13 meses allí, hubo una jornada, fueron unos abogados privados, gracias a Dios caí en gracia con una abogada a quien le conté mi caso, le expliqué que soy una persona trabajadora, le dije que había sido una pelea de ambas partes, pero igualito me llevaron preso. Me dijo que me iba a ayudar, aunque yo no tenía como pagarle, digo que fue Dios, me pidió que la nombrara como mi abogada, movió todos esos papeles y salí dos meses después de nombrarla como mi defensora. Fue con un equipo de muchachas, eran 5 abogadas, me dijeron que me iban a ayudar, yo me emocioné hasta las lágrimas y supe que era un milagro de Dios. Eso fue hace como 8 años ya, que salí, más nunca supe de ella ni como contactarla para darle las gracias, pero agradezco a Dios que solo él pudo obrar así para que estuviera en libertad, eso me permitió aprender muchas cosas y seguir adelante”.  

            “Vivir es algo chévere, con todo lo malo y las cosas que pasan la vida es lo mejor que uno puede tener. Así uno pasé malos tiempos también hay muchas cosas buenas en la vida. He aprendido a valorar lo que uno tiene, a apreciar la mujer que Dios me ha dado y a los hijos que tengo. A veces me pongo a pensar por qué no tuve más muchachos, pero también pienso como estaría yo si tuviera más hijos en estos tiempos. Yo tengo la dicha de tenerlos a ellos, agradezco por ellos, muchas personas quisieran tener hijos y no pueden. A mi esposa, mis hijos y mi familia, los amo y los acepto como son. Mi sueño pendiente es tener mi casa propia y deseo lo mejor para mis hijos y nietos, que estudien, hagan lo bueno, que encuentren una buena pareja, que no pasen lo malo que yo pasé. Quiero lo mejor para ellos. La Venezuela de hoy no es como antes pero yo estoy encomendado a Dios, todos los días cuando me paro en la mañana, hago lo que mi mamá me ha enseñado, orar y leer la biblia, le pido a Dios que guie mis pasos, que cuide a mis hijos, a mi esposa, a mis nietos, a mi madre y mis hermanos y a toda mi familia.” Así culmina definiendo su vida y sus convicciones.

Mi tío papito es el menor de los hermanos varones de mi mamá. Lo recuerdo siempre como querendón y cariñoso, ese no nos podía ver a Rosme y a mí porque nos abrazaba y nos besaba efusivamente. Uno de pequeño no entiende muchas cosas, yo era más arisca, me acuerdo que cuando me saludaba y me echaba la bendición sentía que su barba era como carrasposa y me daba risa. Tenemos algo en común con mi abuela Úrsula, cuando la contrariamos se defiende alegando nuestro mes de nacimiento, a mí más de una vez me dijo. “Tú eres terca como Humberto, eso es porque los dos son de septiembre, de verdad son tercos” eso es algo que me causa gracia recordar. Mi tío es hombre bueno y trabajador, se ha equivocado como cualquiera, pero siempre ha sido noble, reconociendo sus errores. Constantemente sonríe aunque la vida no le haya sonreído permanentemente a él. Recuerdo haberlo visto muy triste aquella vez que mi abuelita se nos enfermó, fue cuando la operaron para ponerle el marcapasos, gracias a Dios salió bien librada de aquella intervención. Mi tío papi casi nunca me llama por mi nombre, usa más “sobrina”, como remarcando el título, creo que es el único de mis tíos que lo hace, me quedo pensando en eso, y la verdad es que ese es el grandioso vínculo: ser sobrina y cada vez que lo pronuncia es como si afianzara el nexo.

Mi tío me resulta de los hombres necesarios, de esos que parece que no hacen mucho pero con su trabajo de hormiguita, de a poco van sumando y construyendo. Me gusta que es conforme y le basta poco para ser feliz, a veces me parece que se es más feliz así, al vivir agradeciendo lo mucho o lo poco. Me ha dado mucha alegría conversar largo y tendido con él para hilvanar este texto, me ha mostrado su versión agradable y aquella que parece deslucir ante los ojos de los demás pero que es estrictamente necesaria para ser quien es hoy en día. Me ha demostrado que coincidimos en hablar demasiado y n darnos cuenta que estamos gritando, según dicen los demás (risas). Me ha regocijado lo que voy a contar y lo que no, me ha complacido tener una conversación de adultos con aquel tío que siempre vi como más niño. Es la luz de los ojos de mi abuela, nadie lo puede negar, espero que esa luz lo ilumine en cada paso, así como tengo la certeza que sus oraciones lo alcanzan con fervor. Tío te quiero con todo mi corazón, es un orgulloso ser sobrina de alguien tan sencillo y  tan magno al mismo tiempo. Te pido la bendición y me uno a tu oración de que Dios nos deje a Úrsula por un buen largo tiempo. ¡Te amo! 

5 comentarios en “Humberto: vivir es algo chévere, con todo lo malo y las cosas que a veces pasan, la vida es lo mejor que uno puede tener”

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  2. miguel estoy muy de acuerdo contigo, es mucho mas facil juzgar del otro lado de la vereda, yo debo reconocer que muchas veces he caido en ese juego de la critica.es mejor preocuparse mas por la salvacion de uno que andar juzgando a otros, y lo de la escuela dominical muchas veces pasa eso de que los hno. se aterran con algun comentario para muchos aun ahi cosas que son mas que color de rosas. Eva Zebulon Ermina

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